jueves, 31 de diciembre de 2015

Los piojos



Hemos estado unos días de vacaciones, sin pisar el cole, y no han habido invasores en casa. Sí, sí, invasores, es como les llamo a los asquerosos pequeños bichos, o no tan pequeños,  que se instalan en las cabezas de los niños en septiembre y no se largan hasta junio.
¡Los malditos piojos!

¿Pero es que con el cambio climático estos seres han mutado y ya no se van con nada? De pequeña, mis hermanos y yo habíamos tenido, pero como algo excepcional, y eso que yo llevaba melena larga,  pero actualmente el que no tiene piojos es el rarito de la clase, dado que la invasión de estos bichos es una plaga que no se acaba, porque saltan de cabeza en cabeza, y creo que hasta saben cómo hacerlo para esquivar al pobre desgraciado que ha hecho el tratamiento anti-piojos en casa, o sea: echarse el bote de ese líquido de olor tremebundo y enfundarse en un gorro de ducha con el líquido picante en la cabeza durante media hora, y después pasarse el peine anti-piojos y ver cómo van cayendo en el blanco del mármol del baño casi sin inmutarse. ¡Qué asco!

Mi hijo hasta ya detecta cuando sacamos el gordo, pero no el de la lotería, sino como dice él, al gran jefe de los piojos, que parece ya más una hormiga que un piojo. ¡Madre mía! A veces pienso que suerte que tengo un niño, porque si llego a tener una niña con melena, no sé si podría soportarlo, ya con el pelo corto de mi hijo, es la guerra, con una melena al estilo Frozen, creo que me muero. Sin embargo, esto es la guerra mamis, porque no se van ni con agua oxigenada ni vinagre, que eran ya los remedios de la abuela, y el presupuesto en productos de farmacia es para que te de un ataque y quieras exterminarlos aunque sea con la escoba. Así que la guerra está echada y es mami-contra piojos, aunque espero algún día encontremos la solución contra estos invasores, que en vez de verdes son negros y personalmente me dan verdadero asco.

¡A por ellos!



miércoles, 23 de diciembre de 2015

Nos merecemos un regalo único



He decidido hacerme un regalo, ya estamos casi en Navidad, y me gusta más regalar que me regalen pero me he levantado con la idea de hacer de Mamá Noel para mí. Me daré el gustazo de un día donde me lo dedique de lleno a hacer lo que me gusta. Me levanto, me arreglo y voy a desayunar con calma, sin mirar el reloj: zumo de naranja, café con leche y, hoy, hoy sí, un croissant de mantequilla. Lo sé, es prohibitivo, pero hoy es especial. Después escaparates, compras, si se puede, y  una comida al lado del mar, de tapas pequeñas pero exquisitas, y a las 17h el colofón del día, un masaje en uno de los hoteles de lujo, que te tratan como una princesa.

Y además he pedido, por primera vez, que me lo haga un hombre, fuera vergüenzas, que necesito manos fuertes. Además, por pedir que no quede, que  sea uno guapo, con manos maravillosas. Al llegar, me espera una chica alta y esbelta, que me entrega una bata XXL, y unas zapatillas número 40. Yo mido 1,55 y llevo un 37, por lo tanto el vestuario me queda más que grande y nada sexy, pero al salir me espera Yan, un chino, con moño, casi tan pequeño como yo pero cuadrado. Que decepción, mi fantasía al garete, tío bueno con manos de oro era demasiado, pero confieso que al estirarme, Yan consigue descontracturarme, al mismo tiempo que me desmonta mi fantasía. Convirtiéndola en un cuento chino, nunca mejor dicho.

Pero, por lo menos, salgo como nueva y sin importarme como me queda esa bata y zapatillas, dado que el glamour se convierte en exotismo, y tal y como queda el vestuario, podríamos decir, que estoy exótica, por no decir rara, y que padezco el Yoda de La Guerra de las Galaxias. ¿A quién le debe ir bien ese atuendo? A pesar de esto, os confieso que repetiré, no solo masaje sino día para mí. Gran experiencia y sin cargos de conciencia. Eso deberíamos hacerlo todas. ¡Ánimo chicas!



miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL ESTRÉS DE LA DECORACION




Cada año me gusta decorar la casa de Navidad, que se note que son fiestas, y cuando me toca que vengan todos a casa a comer pienso en alguna cosa mona para poner de decoración en el plato, herencia de mi madre que siempre ha decorado las mejores mesas de Navidad que podáis imaginar… Pero a mí, por mucho que me esfuerce, no me quedan igual. Ella tiene un gusto exquisito y con poca cosa le luce todo, y a mí, me pasa al revés. Mira que lo intento, y además me esmero en ser original. Si una bola de navidad para cada uno con mensaje, si una chocolatina con un adorno navideño, hasta un libro de deseos que diseñé y que me costó horas hacer para que luego algunos ni lo leyeran.

Sin embargo, estas cosas las tienes que hacer por ti misma, y no esperar nada de los demás. Y aunque progreso adecuadamente, mi madre siempre me supera, y creo que debe ser así, porque ese don que tiene, y esa alegría e ilusión  que nos transmite a mí me llena, y aunque debo reconocer que me hubiera gustado que me pasara algo más de su buen hacer, hay cosas que las tienes o no las tienes, y ese don no me lo ha pasado pero sí el del esfuerzo, y así cada año, con mi empeño  voy superándome. No seré nunca caballo ganador, pero sí que voy aprendiendo de una madre auténtica que sabe mucho de la decoración de la casa, y como me dice mi hijo: “Lo importante es el esfuerzo y el cariño con lo que se hace, aunque no quede tan bien”. Ellos siempre con la verdad por delante, como debe ser, y lo importante es seguir pensando con ilusión qué hago este año para no perder el ritmo y mantener al menos mi nivel, que es bajito, pero allí estamos, porque a la que te dejas ir puedes caer en lo friqui y cualquier día estamos todos comiendo con las típicas diademas de renos.


Por tanto, serenidad, y a buscar lo bueno, bonito y barato, sin estresarme, que entonces es cuando todo se desborda y podemos rozar el no hago nada o el friquismo, que no sé qué es peor. Así que, posición zen y olfato  para que mi mesa entre en el ranking navideño en segundo lugar, por lo menos. Aunque no sea ninguna competición, es una cosa más a comentar mientras nos ponemos las botas comiendo.

Toca esconder la báscula


Estoy desesperada, avanza diciembre y todo son comidas, cenas para celebrar que se acerca la Navidad. Me encanta quedar con los amigos, compañeros de trabajo, las del gimnasio, mis compañeras de pádel, pero todo se acaba comiendo. Y si empezamos ya dos semanas antes de las propias fiestas tradicionales con estas comilonas, mejor que guarde la báscula hasta el día 8 de enero, porque empezare con dos quilos de más el día 15, (¡por lo menos! y rezando para que no sean más…) y durante las fiestas seguiremos in crescendo.

A pesar de que he comprado todas las revistas femeninas del mercado donde indica cómo comer estas Navidades sin engordar, consejos  imposibles de seguir, todo sea dicho de paso, y también he ido a comprar cola de caballo, diente de león y tila, para deshincharme lo primero, y para aguantar lo segundo, estoy convencida de que mi genética, nunca cómplice conmigo, no lo va a poner fácil. Y lo fuerte de todo esto, y lo que no soporto, es que las demás comen el doble que yo y no engordan.
Mira que intento no dejarme ir para aumentar solo esos dos kilos, y no cuatro, pero yo soy la única a la que después el vaquero no sube ni a la de tres, y no es porque este recién lavabo, que es la excusa perfecta, sino porque el turrón, los polvorones y comidas varias, se implantan en caderas y trasero, en mi caso, y de allí no se mueven hasta después de muchas, pero muchas, clases de spinning, zumba y lo que caiga. Ya lo sé, lo mejor es cerrar el pico, pero es Navidad, y aunque los malditos vaqueros marcan el antes y el después, a nadie le amarga un dulce, ¿no? (uno no pero más, es la perdición, y lo sé pero la carne es débil).


miércoles, 9 de diciembre de 2015

La magia de Disney



Viajar con niños es un rollo, pero los que somos padres estamos dispuestos a hacer un esfuerzo. Un esfuerzo como preparar un viaje a Eurodisney. Sí, la emoción de reencontrarse con la magia te empuja a ello. 

Lo primero, las maletas. Son las maletas del "por si a caso" llueve, hace calor, hace frío... Y con tantos “por si acaso” acabas con un maletorro que no puedes con él y al llegar al lugar siempre recuerdas que algo altamente necesario se ha quedado en casa y no te lo puedes creer. 

Pero estás allí y llega la emoción, el parque, la ilusión de ver a esos personajes que nos y les han robado el corazón, las atracciones, la ambientación....y las colas, las llagas en los pies y el cansancio. Las fotos con Mickey, Minnie, Donald, las ardillas....y los gadgets...acabas comprando las cosas más incomprensibles e innecesarias pero todo en forma de  orejas del más famoso de los ratones. 

Acabas el día con los pies destrozados, unas orejas de Minnie en la cabeza, la mochila a tope de imanes, llaveros, sudaderas, calzoncillos, tazas y tacitas, con dolor de estómago y pensando que cuando vuelvas te vas a alimentar de ensaladas, pero cuando miras a los peques durmiendo, reventados sin haber sido capaces de cenar, se dibuja una gran sonrisa en tus labios. Un recuerdo inolvidable en familia que nadie debería perderse: ¡vivir la magia de Disney! 


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Luces de Navidad y turrones


Cuando las luces de navidad se encienden y la ciudad sonríe con tanta iluminación, no puedo negar que me cambia el humor. Me gustan las navidades, siempre las hemos vivido en familia, y hemos disfrutado de cada día festivo. Parece que la magia navideña me dé una tregua a ese ritmo trepidante, y que muchas veces me pone de mal humor, y el entorno de paz y amor se apodera también de esa "brujita" que llevo dentro de mí, y aparco la escoba hasta el día 8.

No me agobian las compras, no me agobia la gente, me gustan las comidas en familia, y todo, todo lo que la gente critica, yo lo disfruto. Lo único que me preocupa un poquitín son los turrones, no voy a mentir, esto de la dieta me tiene loca, pero pienso comerlos sin reparos.

A partir del día 8 volveré a ser inflexible, pero solo conmigo misma, porque con los demás, no quiero serlo nunca y no es por el espíritu navideño sino porque ya he aprendido que no sirve de nada. Los años pasan y la madurez te conduce, después de muchas navidades, a saber qué es lo que se tiene que quedar y lo que no.

Cada año que empieza me quedo con algo bueno y algo para mejorar. E intento deshacerme de todo lo malo, lo dañino y lo que no me gusta. Siempre queda alguna cosa, pero la ponemos en la lista de mejorar, y andando que es gerundio.  Tenemos que hacernos la vida fácil, porque ella misma ya es complicada.


Así que a sonreír y a disfrutar de las luces navideñas, y de esos turrones, que después ya sudaremos tinta china.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Insomnio


¡Hoy no puedo dormir!

No lo entiendo porque estoy agotada, pero mi cabeza no deja de pensar en lo que tengo que hacer mañana, en que la nevera está vacía y tengo que encontrar un hueco para el súper, en que tengo que pedir hora al dentista para una limpieza bucal, pero nunca es el momento idóneo.
Intento poner la mente en blanco porque son la una de la madrugada y sigo sin pegar ojo, pero ¿alguien puede decirme cómo se pone la mente en blanco? Lo intento, pero no me sale. Para mí es imposible. Enciendo la luz, y me levanto hacia la nevera pensando que un vaso de leche me irá bien, dicen que ayuda a dormir. Espero que quede leche, porque no he ido al súper y estamos bajo mínimos, pero por suerte hay una botella a medias. La caliento un poco y  me la bebo con calma, para que me entre sueño, y dentro de mí, el gusanito demoniaco que hay en mi cabeza, intenta convencerme de que, si comiera algo, como una galleta, o una magdalena, acompañaría bien y quizás dormiría más rápido, y eso ya sé que no lo dicen ni lo recetan, pero como siempre estoy a dieta, el estómago también se queja y entre unos y otros no me dejan quizás coger el sueño.

Abro el armario para buscar ese pecado capital, y al abrir la caja donde guardamos la poca bollería que compramos, por suerte, la encuentro vacía.  Mi primera reacción  es mala, con las ganas que tenía de mojar algo en la leche para que me salvase de este insomnio, así que con rabia, y ruidos en la barriga, cierro la caja de golpe,  me acabo el vaso de leche enfadada conmigo misma por no haber ido al súper y con los demás por devorar siempre lo bueno y no dejar ni las migajas y apago la luz de la cocina. Me meto en la cama, y después de varias vueltas, derecha-izquierda, mi cabecita vuelve a atacar y me digo a mí misma: mejor no haber encontrado nada de picar, porque si ahora ya no duermo, si hubiera comido algo, seguro que no hubiera dormido nada pensando que todo eso iba directo al trasero y el gimnasio de esa semana y la siguiente no hubieran servido para nada… Así que después de la buena conclusión, y sin saber cómo, ya ha sonado el despertador. El no comer, me dejó roque, ¿o fue la leche?


Lo que ha sido la leche es no pecar, así podré pesarme sin remordimientos de conciencia cuando me toque, y dormir tranquila.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

La súper abuela

Foto de Sacha Goldberg


Es increíble a mi edad tener una abuela, pero además es más increíble tener una como la mía. Es la súper abuela. Me encanta compartir ratos con ella, y hoy, un día de noviembre un poco lluvioso, la voy a visitar y recordamos lo bien que lo hemos pasado estas vacaciones. Ella puede disfrutar de sus tres nietos y de sus cuatro bisnietos, además de sus dos hijas que no dejan de mimarla. Pero os voy a sorprender cuando os diga que el pasado mes de agosto mi súper abuela jugó a la Wii con mi hijo de diez años y a ping pong con mi sobrina de seis. No para de comer dulces y pasteles, porque le da la gana, y cada día que pasa nos llena de sabiduría, también de cariño, pero confieso que al hacerse mayor, piensa mucho en ella y en decir las cosas tal y como son.

Es un lujazo poder compartir con ella este ratito de conversación, donde ella toma cacaolat y pastas, y soy yo la que tomó el café descafeinado con sacarina, y es ella la que está viendo en la tele una serie, donde una pareja gay se besa, se gira y me dice: "es mucho mejor que la gente se quiera aunque sean del mismo sexo, que parejas heteros, que después no se soportan, ¿no crees, cariño?". Es más moderna que muchos, es y ha sido feliz, a pesar de pasar una guerra, y transmite todo esto a la familia, que espero sepamos conservar y seguir pasando el legado tal como ha hecho ella. 

Sí, esta es mi súper abuela, que a sus 92 años tiene mas vitalidad que yo, y mejor humor. Para mí es aire fresco cada vez que hablo con ella, una vez a la semana, mínimo, y a pesar de su sordera, todavía es capaz de darme sabios consejos como: "mira adelante y disfruta, porque todo pasa y la vida es corta para amargártela". Así que al terminar su cacaolat, me dice claramente que quiere ver su programa favorito, y eso quiere decir que por hoy ya ha tenido bastante de mi compañía, pero sonrío, le doy un abrazo, y me voy contenta de poder tenerla todavía con nosotros, y de saber que cuando sea más mayor, podré decir las cosas por su nombre sin remordimientos. Lo estoy aprendiendo ahora, para practicar después.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

La visita el pediatra, una odisea




Hoy hemos ido al pediatra y, en la sala de espera, recuerdo cuando vinimos por primera vez, con el peque con días, y ahora sonrió con este recuerdo, pero ese día se me ha quedado grabado en la mente porque tuve que ir sola, y a parte de salir una hora antes de casa, porque tuve que ir en coche, y las que sois madres, ya sabéis que significa eso: niño, maxicosi, cochecito, que siempre fue una guerra, para mí porque, aunque me lo vendieron como que todo era fácil, nunca se me plegó y desplegó a la primera. Y a esto añado: bolsa de bebé, con todo lo que conlleva (leche, bibe, pañales, recambio y las toallitas, las cuales convivieron conmigo muchos años).
Y para terminar, encontrar parking cerca, desplegarlo todo de nuevo, y llegar a la hora a esta portería tan bonita donde se encuentra mi pediatra… Pero no tiene portero, y al ver el ascensor, vi claro que el cochecito no cabía. ¿Qué hago? ¿Lo dejo abajo? ¿Subo primero al niño, se lo dejo con la enfermera, y bajó a por el cochecito?

No paraba de sudar, supongo que los nervios de mamá inexperta y atacada por las hormonas, pero mi reacción fue de primeriza histérica y esperé en la escalera casi con lágrimas en los ojos, y solo reaccione cuando un vecino agradable se ofreció a ayudarme y subimos cochecito y niño por la escalera. No recuerdo cómo bajé, pero sí que la vez siguiente fui con el niño en la mochila porta bebés, que tanta gente me había aconsejado no comprar, y que compré en cuanto salí del pediatra. A mí esa mochila me salvó más de una vez, y no sólo por el ascensor del pediatra. Todavía sudo ahora cuando lo pienso, pero de todo se sale y nada es tan grande como parece, a pesar de que los primeros días desearías un libro de instrucciones para todo.

Imagen de Esther Gili (no os perdáis si blog!)

jueves, 12 de noviembre de 2015

Un mundo ideal


No me lo creo. Me he despertado sin despertador y cuando el cuerpo ha dicho basta. Me he duchado sin prisas, disfrutando del momento, sin pensar que gasto demasiada agua o que hay alguien detrás pidiendo turno. He desayunado lo que he querido, no lo que me impongo cada mañana, y he repetido de café. ¡Y cafeinado, sí, y sin que nadie me mire mal!

Todavía no sé la hora que es porque no he mirado ni reloj ni teléfono, y eso que va siempre conmigo a todas partes. Estoy sola en casa, solo se oye el silencio y todavía no entiendo qué pasa hoy, hasta que un riiiiiing enorme me ensordece y despierto.

Evidentemente era un sueño, uno de los idílicos. Son las 7 y estamos ya terminando septiembre. Esta es la realidad. Me tapo un poco más para intentar seguir en el sueño, que no termine… pero no cuela. Vuelve a sonar la alarma por segunda vez (la tengo así por si algún día me duermo, aunque nunca me ha pasado) y me levanto todavía pensando en un mundo 'feliz' mientras suenan ya tres avisos de whatsapps y la radio de la cocina que indica las 7.15h.

¡Horror!

Olvido mi mundo ideal, saco la cabeza para ver que el peque sigue durmiendo, me tiene que dejar ducharme y vestirme. Y pienso: qué bonito es soñar, y además es gratis.

¡Y con el tiempo que he perdido tendré que hacerme una cola de caballo porque no tengo tiempo para lavarme y secarme el pelo!


viernes, 6 de noviembre de 2015

El día de 24 horas


¡Qué difícil es saberse controlar!

Todo el día arriba y abajo. Reuniones, marrones de trabajo, la lista de la compra, el partido del niño, el regalo de cumpleaños de la fiesta del sábado… Me paro un momento delante del espejo y grito: ¡ya no puedo más!

Delante del espejo se aparece mi otro yo, con los pelos de punta, las ojeras hasta los pies, y me dice “estamos fuera de control, pero hazte una coleta, píntate un poco, tendrás mejor cara, y respira hondo tres veces. Ya verás como todo lo veras diferente”.

Lo hago. Pelo recogido, anti ojeras, colorete y rímel, media sonrisa porque me veo mejor. Miro el reloj: las 16.30h, tengo que salir corriendo porque el niño sale a las 17h y además toca dentista, después extraescolar de fútbol y comprar la verdura para la noche. Salgo pitando del baño, y en el espejo se queda la de la coleta y el rímel. Yo soy la de los pelos de punta otra vez, al estilo mamá Simpson, pero al menos con una sonrisa en la cara porque como el cuento de Blancanieves, el espejo espejito dice la verdad, y la realidad es esta y la he elegido yo.

Así que adelante y a por ello, con una sonrisa, y aunque despeinada, porque con el casco de la moto no me cabe la coleta, llegaré a todo y mañana será otro día, quizás igual de estresante, pero empezaré respirando tres veces hondo, pintada y con coleta. Ya veremos cómo acabo, pero lo importante es llegar.


jueves, 29 de octubre de 2015

Halloween


Ya llega la fiesta de Halloween. A mí nunca me ha gustado, pero cada vez más esta fiesta americana se impone en nuestras ciudades y en las escuelas, que piden a los padres colaboración para hacer un disfraz de esqueleto, fantasma o bruja. También comprar una calabaza, vaciarla y decorarla, al puro estilo yanqui. 

Esa misma semana tengo cuatro reuniones, un viaje de ida y vuelta a Madrid y no sé de dónde sacar el tiempo para hacer manualidades, que además nunca ha sido lo mío. ¿Y si lo compramos hecho en los chinos? Pienso en voz alta, y oigo la vocecita de mi hijo diciéndome: "mami, no vale, te descuentan puntos si no lo haces en casa". Por tanto, debo encontrar una solución, como siempre, y rápida. Suerte que mi abuela y mi madre todavía tienen arte y les pido por favor que me localicen una sábana vieja y ayuden al peque a hacer un disfraz original  de fantasma, mientras yo voy al mercado, que está al lado de la oficina y le pido a la frutera de confianza una calabaza redonda, no de las largas, para vaciarla cuando llegue de Madrid, y le aviso de que pasaré mi marido a recogerla, porque yo estaré en el AVE volviendo del corto e intenso viaje, soñando con la maldita calabaza, las pepitas y como hacer esos dientes afilados.

El AVE es bastante puntual así que llegare sobre las 23h, y como no tengo ni hambre, podré abrir la calabaza mientras me tomó un vaso de leche para conciliar el sueño ¡porque vengo con los nervios a flor de piel y soñando con la maldita calabaza! Pero mi sorpresa al llegar es que sobre la mesa de la cocina está la sábana blanca con dos agujeros, y la calabaza vacía riendo con una dentadura perfecta, y debajo de la misma una nota de mi hijo donde escribe: “mamá, el disfraz no es original pero los agujeros son míos, y la calabaza la ha vaciado la frutera, ya sabes que es amiga, y con papá hemos hecho los dientes como hemos podido, por tanto los dientes también son  "made in home". Tendremos puntos y tú puedes ya descansar. ¡Buenas noches!”. Me río, y resoplo, porque si ahora tenía que ponerme hacerlo, en vez de una calabaza con cara y dientes, no sé que me hubiera salido, así que agradezco la colaboración de todos, me tomo el vaso de leche con la calabaza de compañera y pienso: “Odio Halloween, pero nos ha hecho trabajar en equipo, y eso es bueno. Mañana más”.


jueves, 15 de octubre de 2015

El tiempo vuela


Me he levantado temprano porque tengo una larga lista de cosas que hacer, a pesar de que sea sábado, y creo que aprovechando el día lo puedo encajar todo, pero las horas vuelan y a mi cada vez me cuesta más coger el ritmo. Estamos ya en octubre y no entiendo que todavía este pendiente el pantalón de deporte para el cole, el forro de algún libro, y el chándal para hacer fútbol extraescolar, que a estas alturas no ha llegado todavía la talla que he pedido. Además me toca ya hacer la compra del mes, y no sé cuando encajarla, porque cada vez me da más pereza, pero a mi marido no le gusta hacerla por internet, así que todavía vamos los dos lista en mano y llenando el carro a tope, y creo que hasta la gente nos mira raro, pero cada uno tiene sus manías.

Me hubiera gustado levantarme más tarde, desayunar en familia, y no tener que ir a toque de silbato,  pero no lo he conseguido todavía ni un día, desde que llegamos de las añoradas vacaciones.

¿Este ritmo infernal es el que me toca toda la temporada otoño-invierno?

Porque no quiero ni pensar que será así todo el curso, porque me plantó ya mismo. Después de cuatro sábados de vida "normal", porque hasta que los niños no van al cole no somos personas normales, me niego en rotundo a seguir así. No sé si comprarme algún libro de autoayuda para la gestión del tiempo, a ver si me enseña a aguantar este comienzo, o encerrarme con el ordenador y hacer un Excel de organización familiar para todo el año. Porque lo que no puede ser es que todavía vaya derrapando, y además no tenga tiempo ni para la pelu, ni la depilación, ni para mirar un triste escaparte de moda otoñal, porque antes va todo lo demás, y aún levantándome a las 8h un sábado, no me da la vida.

Hoy ya es un mensaje de SOS: ¡necesito otras vacaciones, y sólo ha pasado un mes!

Volando, se ha pasado el mes volando.

Y no quiero pensar en cuanto queda para Navidad.


¡Buf!

miércoles, 14 de octubre de 2015

jueves, 8 de octubre de 2015

Cremas y cremitas


Los fines de semana de otoño, que todavía puedes disfrutar de un tiempo sin frío, no hay nada mejor que bajar a la playa con ropa cómoda y de entretiempo a escuchar el mar, a leer, o tan sólo a pensar.

Sin gritos, sin gente.

Este fin de semana lo he hecho, y me he comprado alguna revista femenina para ponerme al día de la moda, de los estilos otoñales y de las novedades cosméticas. Me gusta estar al quite, pero he despertado de repente con horror, porque a partir de los 40 ya perteneces al grupo de las maduritas. Las cremas que te recomiendan son ya otra de gama, debes usar productos que ni siquiera sabías que existían: contorno de ojos, manchas en la piel, aceite hidratante antes de la crema hidratante, quita ojeras y después maquillaje para que tape más las ojeras, serums para todas las partes del cuerpo...

¡Una auténtica locura y el presupuesto de un país pequeño sólo para cuidarte la piel!

Después viene el cuidado del pelo, de la celulitis, de las uñas. Así  que cierro la revista de golpe para hacer reset y repetirme: “todo es publicidad, no hay que preocuparse, con la mitad de lo que te dicen hay suficiente, o quizás menos. Es una exageración para vender”.

Pero cuando subo a casa voy corriendo al baño, no puedo resistirme a acercarme al espejo y mirar esa arruga que me ha salido al ladito del ojo, esa mancha de sol en el brazo, y noto la piel más reseca. Así que abro la revista, cojo papel y lápiz y hago una lista larga, y salgo corriendo a la perfumería a comprar lo esencial, que ya es bastante, porque es cierto que todo es publicidad, pero ahora esa arruga del ojo, la veo y la piel quemada por el sol del verano, también.

Cuando vuelvo cargada de cremas y cremitas, me toca hacer espacio en el baño. Y además me apunto que he de comprar un bolso XXL, porque si debo añadir todo este armamento al bolso XL que uso ahora, no cabemos, ¡pero seguro!

Y eso que prometo que he comprado sólo lo básico, lo esencial.


jueves, 1 de octubre de 2015

La montaña no es lo mío



Hoy no me puedo levantar, el fin de semana ha sido matador, no me siento las piernas, y todo por seguir a mis amigos que decidieron ir de escalada por la montaña, con mochila y todo, porque lo bonito es andar y no estarse quieto, en vez de una cena tranquila para charlar.

Así que para no parecer la aburrida del grupo, y no ser menos, a pesar de que odio las caminatas montañeras (no es lo mío, de verdad) y como no sé decir que no… Voy y me animo a hacer de boy scout el fin de semana. Y además prometiendo no protestar ni una vez.

Pero mientras subo la cuesta me voy acordando de todos, cuando me pincho con esa ortiga en la pierna, porque tiene que tocarme a mí, claro está, ya me digo a mi misma: "¡deberías haber dicho que no!".
Y cuando me quedo la última de la fila y nadie me espera pensando “ya llegará”, les mandaría a todos a tomar viento, pero al final, 45 minutos más tarde que los demás, llego a la cima, casi sin aliento, roja como un tomate, y sudando lo que no está escrito, pero el objetivo está cumplido.

Sentirse bien con uno mismo es lo mejor, y la gran recompensa, porque los demás ya han abierto las mochilas y ya han empezado a hacer el picnic sin pensar que faltaba yo, pero el montañismo es compañerismo, y enseguida me ofrecen agua y sentarme en el gran círculo.

Honestamente pienso que debería haberme quedado en casa leyendo, pero como reto personal, ¡me pongo un 10! Aunque después de refrescarme un poco y comer algo para coger fuerzas, cojo mi mochila para empezar a bajar mientras acaban la comilona porque, aunque la bajada  es más ligera, prefiero no volver a quedarme la última y llegar cuando ya todos hayan cenado...  Cada uno sabe sus límites, y más vale prevenir.

La montaña no es lo mío, pero lo he hecho y sin rechistar, al menos en voz alta, porque si pudieran haber leído mis pensamientos, otro gallo cantaría.


Yo me quedo con reto cumplido, y a otra cosa, mariposa.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

El mini short


Entro en una tienda de ropa de deporte porque ahora que el ejercicio forma parte de mi vida y todavía hace calor, me faltan pantalones cortos. Nunca me han gustado mis piernas, y nos las enseño si no es necesario, pero creo que un pantalón no apretado a media pierna me solventaría los problemas de calor y además no tendría que enseñar demasiada carne.
Mi sorpresa es que no deben de existir las deportistas con mal tipo, todas deben de ser perfectas para entrar en unos shorts que a mí me cuesta hasta que me pasen del tobillo. Entro en 5 tiendas, y en todas lo mismo.
Estoy desesperada, ninguna marca deportiva piensa en una mujer normal, ya no digo en las gorditas, porque por lo que veo, o van con chándal largo todo el año y mueren de asfixia o no tienes pantalones porque este short  tan pequeño, tan minúsculo, que yo no me atrevo ni a probármelo.
En caso de que consigas subirlo, si tienes trasero, aunque sea sólo un poco, y la pierna ancha, ya te queda peor que matar a un padre. Esta es la realidad. Ya sabemos que el deporte ayuda a que te quede un cuerpo 10, pero antes debes practicarlo, y mucho, y a poder ser vestida. Y todas tenemos derecho a poder hacer deporte sin hacer el ridículo, porque somos mujeres normales, y a mucha honra.
Pero yo sigo sin pantalón, y lo único que he encontrado son unos piratas bombachos a media pierna que desentonan un montón con los mini shorts y faldas de todas las demás. Pero lo tomo como tiempo de inversión para moldear piernas, y quizás el año que viene poder meterme en esos minis pantalones. O en este periodo de tiempo confío en que alguien diseñará unos para las mujeres del planeta que tenemos pierna y trasero, que debemos de ser muy pocas, visto lo visto, pero que estoy segura de que arrasaríamos con quien nos hiciera sentir bien.

Palabra de mujer con trasero y pierna ancha.

martes, 15 de septiembre de 2015

Buenos propósitos



Septiembre es uno de los meses de los buenos propósitos, igual que enero.
Empieza el curso y las propuestas de buenas intenciones son muchas.
1. Me apuntaré a inglés, lo tengo oxidado y lo necesito.
2. Dejaré de fumar.
3. Empezaré definitivamente la dieta.
4. Iré al gimnasio dos veces por semana mínimo.
5. Buscaré mi espacio…

La verdad es que la lista es larga, y el tiempo limitado. El año pasado conseguí de las 10 cosas que me propuse, una: ir al gimnasio.

Y este año, la lista sigue siendo de 10 cosas, pero creo que sólo podré hacer una, ¡que será mantener ir al gimnasio como el año pasado!

Seamos realistas, mejor afianzar que prometer lo que no se puede cumplir.

Quizás en enero, iré por la segunda de la lista… pero de momento, mantenerse o morir, ¿verdad?

viernes, 11 de septiembre de 2015

La labor de forrarlo todo


¿Alguien me explica cómo usar el aironfix?

Nunca he sido manitas, lo confieso, pero forrar los libros con aironfix era un trauma, que veo que sigo teniendo, ya que en el colegio han pedido que los libros vayan bien forrados para entrar en el programa de reutilización, y no hay manera de que me queden lisos.

Cuando no se arruga abajo, se arruga arriba y si no empieza una línea que va creciendo, y encima con relieve, en medio del libro. Todo delata mi torpeza. Vuelvo a empezar ochenta veces, con cuidado, con calma, pero de nuevo esos bultos horribles. Y mis nervios cada vez más a flor de piel. ¡Lo dejo, mañana me saldrá mejor!

¿Pues sabéis quién ha forrado los libros al final?

Mi marido, porque mi crisis nerviosa con el aironfix iba in crescendo y estaba en juego tener que comprar otro libro de matemáticas porque el no-todavía-forrado estaba ya para el desguace...

Ha sido una lucha: el aironfix o yo.


Y ha ganado él.

lunes, 7 de septiembre de 2015

¡Maldita rentrée!



Cuando en agosto empezaba a ver los escaparates con la ropa de otoño, abrigos, camisas de manga larga, y botas, pensaba que nunca llegaría el momento de volver a la rutina. Los días de playa, sol y chiringuito no son eternos, lo sabía, pero mi mente pensaba todavía falta, todavía queda, si no piensas en el tiempo, pasará menos rápido...

Pero el mes de agosto se agota, como todos, y  llega a su fin,  dejando paso a la rutina: horarios, trabajo, reuniones, libros, material escolar, extra-escolares, canguros, y hacer un organigrama familiar para sobrevivir a la vida real.

La nevera llena de post-it e imanes con listas para que la cabeza vuelva a su sitio y no olvidarse nada. Lo primero que pienso, honestamente es: ¡Horror, no  quiero, no puedo! Pero justo después de esta negación contundente, de niña pequeña, recapacito y recuerdo lo que siempre decía mi padre cuando terminaba el verano y empezaban los anuncios de la vuelta al cole: Lo bueno tiene que acabar para que vuelva a empezar.

¡Es verdad, mente positiva, y a pensar en las cosas buenas! Confieso que me cuesta, pero al final, la rutina es  necesaria para todos.

O al menos eso queremos creer, para no deprimirnos más.

Quizás estar siempre disfrutando de no hacer nada  sería demasiado aburrido y no sabríamos apreciarlo, pero cuatro semanas, por no decir tres, que son lo que hace la mayoría, son pocas vacaciones con lo que se trabaja todo el año.

Esto es así.

Y la famosa vuelta al  cole ya era un infierno de pequeñas y eso que teníamos tres meses, pues de mayor… ya vemos que no se pasa, persiste y sigo arrugando la nariz cuando septiembre asoma por la ventana.
Sin embargo, a conformarse toca, recomiendo coger lápiz y papel para colgar una lista más en la nevera, si cabe, y apuntar las cosas positivas que pueden ocurrir en otoño, como comprarse ropa nueva, volver a ver esa serie preferida en la tele, que los niños se vayan a dormir pronto (¡qué descanso!), que el calor baje y podamos descansar mejor. 


Así es la vida, vuelta a la rutina y siempre es mejor con una sonrisa,  y por qué no con esos zapatos que has visto y de los que te has enamorado. 

jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Qué hago montada en esta bicicleta otra vez?


¿Qué hago yo aquí?


Lunes. 8:30 de la mañana y estoy ya subida en mi bici de spinning. No tengo ganas, me da pereza, y mi cabeza sólo piensa en las mil cosas que tengo que solucionar en la oficina, pero es mi momento, el momento que me da fuerza para después lidiar con el día a día, y más ahora que es la vuelta al trabajo y todo se hace muy pero que muy pesado.

Es verdad que el ejercicio ayuda, a pesar que mi cabeza sigue pensando, y me pregunta:

¿Qué hago aquí si esto no es que me encante?

Y mi lado positivo contesta:

Rebajar esas piernas, y ese pandero.

Es verdad, me dice mi interior, ahora la gente empieza notar el esfuerzo de todo el año, montada cada lunes y miércoles en esta bici, la número 20, así que no puedo fallar, he de seguir y  luchar con esta máquina y  pedalear a no sé cuantos IRPM para llegar a lo que manda el profe, no guapo pero sí motivador.

Pero mientras lucho con la carga, y ese puntito más, vuelvo a pensar:

¿Esto vale la pena? Tengo mil problemas que solventar en la oficina, y este año tampoco he podido ponerme biquini a pesar de que he hecho deporte todo el curso como una jabata.

Y mi lado positivo vuelve a la carga y me dice:

Los problemas del trabajo los solventaras mejor después de esta clase que genera endorfinas a tope y saldrás con un humor diferente, y además el bañador te quedaba mejor que nunca, lo han notado.

Entonces  empieza la canción de Enrique Iglesias, que me encanta, y pedaleo más fuerte, sudo lo que no está escrito y me repito, ¡venga, que se nota!,  es verdad que el bañador quedada algo mejor que otros años, además me entran esos tejanos negros que  tenía que abrocharme haciendo mil acrobacias estirada en la cama, y después no podía ni sentarme, sin esperar que el botón saliera volando en cualquier momento; y  como colofón, saldré “zen” para afrontar esas llamadas, los 300 mails de la bandeja de entrada, y las visitas de trabajo que no pueden esperar ni a que me ponga al día, después de las cuatro semanas de vacaciones, porque ya necesitan saber con urgencia qué hay de lo suyo.

¡Maldita rentrée!

Casi que necesito hacer adaptación, como hacen con los niños en la guardería, pero nuestra vuelta es ahora y ya, no hay tregua. Así que empiezo a cantar la canción Bailando,y  pedaleo a tope sin pensar más hasta que la clase termina.


He aguantado, aunque no sé todavía cómo,  y bajo de la bici feliz. Un reto más conseguido, ahora queda todo el resto de día, pero es verdad que lo encaro con una sonrisa y unas calorías menos, que eso siempre es de agradecer.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Cuando se terminan las vacaciones, llegan los buenos propósitos para el nuevo curso


Exprimo al máximo los días de vacaciones, como un limón. Mi tiempo libre, con mis amigos, con mi familia, sin horarios, sin obligaciones y sí, sin tacones. Todo lo hago en chanclas.

Pero la última semana empiezan las conexiones, al principio son intermitentes… un vago recuerdo de ese mail que dejé por contestar, esos informes que quedaron a medias, la reunión que aplazamos para después de vacaciones que se debe preparar… Ahí están esperando a que vuelva ¡Horror! ¡Pánico! ¡Esto se acaba! Se acaban los baños, se acaban las siestas, se acaban los helados a media tarde, se acaban los gin-tonics con amigos los lunes, los martes, los miércoles….

Es el momento de hacer balance y pensar de nuevo en todo lo que quieres hacer mejor. Un nuevo curso, me pasa lo mismo que cuando empezaba el cole. Estrenaba libretas, libros, estuche…


Y empiezo las listas: más gimnasio (al menos un día más), mejorar el inglés (mi asignatura pendiente), comer más sano, dejar de fumar, beber menos coca-cola zero, reservar tiempo para mí, organizarme mejor, mantener la casa ordenada…. Y afronto septiembre con esas mini ilusiones de conseguir al menos hacer una de las cosas de mi larga lista de “buenos propósitos” para el nuevo curso.

jueves, 20 de agosto de 2015

Las calcomanías ahora se llaman Tattoos



Es verano, nos relajamos, vamos a la piscina, nos reímos, y cada día acabo comprando la maldita bolsa de Chetos, patatas sabores, bolitas o fantasmitos por el dichoso Tattoo.

Me digo que no, que no la compraré, pero siempre acabo sucumbiendo, y mi hija va llena de calcomanías…"Mamá, ¿Qué son calcomanías?" me pregunta con cara de pensar que estoy loca. Y yo me siento vieja, porque en mi época los tattoos eran calcomanías… y los leggins eran mallas, los brakets eran aparatos, la gente que corría eran corredores no runners; al zumba lo llamábamos aeróbic y pilates eran los estiramientos de toda la vida….ah, y al rarito de la clase con gafas de pasta no lo llamábamos hípster.

A veces creo que todo es lo mismo pero necesitamos llamarlo diferente para avanzar y parecer que descubrimos cosas nuevas.

jueves, 13 de agosto de 2015

No me gusta correr

  

El titular de este blog parece una broma, porque me paso la vida corriendo, pero no soy una runner y no estoy a la moda.

Primero fueron ellos, los hombres, que se volvieron locos por el tema running y su entorno. No sólo era salir a correr y ver hasta dónde has llegado y cómo, sino también qué bambas, que si la camiseta de fibra, y esto derivaba en largas conversaciones sobre kilómetros y vestimenta, casi peor que las mujeres cuando vamos de compras, y mira que siempre se nos ha criticado...

Sin embargo, poco después, hemos sido las mujeres las que nos hemos apuntado a la moda del running. Todas excepto yo, y pocas más, porque yo siempre he odiado correr. Desde pequeña tengo un trauma de cuando nos hacían correr 20 vueltas al patio y quedaba siempre la última, y eso si  podía terminar. Ese estigma me ha quedado dentro y odio a los runners, esa es la pura verdad.

Pero hacerlo te deja fuera del grupo. ¿Qué hago yo en verano cuando todas quedan para ir a correr y yo no aguanto ni dos pasos sin resoplar como un elefante?

Alternativas:
a)      Me quedo en casa, cultivando culo en el sofá.
b)      Voy con ellas y quedo en ridículo espantoso. Sé que esto no es lo mío pero lo intento por orgullo.
c)       Me busco hacer un ejercicio alternativo que me guste.

El verano pasado escogí la opción b) y me intenté adaptar, pero no funcionó. Acabé caminando deprisa, y aunque no pasa nada, y todas te apoyan, nunca te gusta ser la diferente, al menos a mí.  Así que este año he escogido la c) y hago pádel y disfruto tanto, que si puedo hacer dos partidos en vez de uno, no tengo dudas. He hecho nuevas amigas y me encanta. ¡Y a las runners, les deseo suerte!

Cuando terminamos del pádel,  vamos a tomar algo, después del ejercicio, sin problemas, y así todas hemos pasado un buen rato sin tener que hacer lo que no te gusta porque las modas son una cosa que hay que seguir cuando se quiere y se puede.


Acabar exhausto por dar la talla es una locura, y ya me paso la vida intentando dar la talla en otros aspectos. En verano, me niego.

Foto: http://weloversize.com/lifestyle/odio-correr/ 

jueves, 6 de agosto de 2015

Redescubrir la canción del verano

Enrique Iglesias vs. Pino D'Angio, ¿con cuál os quedáis?
Ayer mi hija de 6 años cantaba con el micrófono delante del espejo la nueva canción del verano, Yo sin ti de Enrique Iglesias. La descubro emocionada, bailando (yo sonrío, me hace gracia verla, me pone tierna y a la vez se me disparan las alarmas, ¡cómo crece!) y cuando le pregunto "¿Qué cantas?", me dice "La canción del verano, mami, ¿la compramos en Itunes?”. En aquel momento pensé que yo, con seis años, no era consciente de la canción del verano. O eso creo. 

Busco cuál era la canción del verano cuando yo tenía 6, y la escucho y recuerdo que sonaba en la radio, en la tele, en el coche... Era Ma quale idea de Pino d’Angio

Más adelante, bailamos la canción del verano hasta el amanecer, grabábamos en K7 la canción del verano, nos enamorábamos y soñábamos con la canción del verano, cantábamos a todas horas la canción del verano…

Creo que desde que soy madre he vuelto a perder la conciencia de la canción del verano. Escucho poco la radio, no tengo tiempo de ver la tele, no salgo a bailar con mis amigas, no visito chiringuitos de playa, no tengo lista en spoty (lo he descubierto hace poco) y había recuperado mi discografía infantil como los payasos de la tele, cantajuegos, Enrique&Ana y Parchís para amenizar los viajes largos en coche. La banda sonora de mi vida cambió radicalmente con la llegada de mi hija.

Pero este verano, volveré a cantar y a bailar la canción del verano, aunque sea delante de un espejo con la pequeñaja al lado o cantándola 341 veces durante los viajes largos en coche. 

Este 2015 he redescubierto la canción del verano.

lunes, 3 de agosto de 2015

Bragas estilo Bridgett Jones



Qué divertido es un encuentro de amigas para hacer cualquier cosa, pero si además es para mirar un catálogo de lencería francesa sexy en una tarde de verano asfixiante de calor, es todavía más divertido.

Quedamos en mi territorio. Era para hacer un favor a una conocida y monté yo el tinglado. Lo sé, no sé decir que no. Intenté que todo estuviera en su sitio, saqué coca-cola zero y zumos, y algunas patatas y olivas para que fuera todo más ameno. Pero al llegar la vendedora, se cubrió la mesa de conjuntos de bragas y sujetadores de lo más sexy, de todas las tallas y copas, y lo demás ya no importó.

Confieso que yo no sé ni que talla uso, pero la mayoría de ellas lo tenían claro: 90 copa B, 85 copa A. Lo mismo pero con push up, pero tampoco demasiado... Ahora me pruebo el verde esmeralda, y yo un básico. Y otra las braguitas con puntilla, aunque de precio son caras.

Todo un desmadre, en mira que fue complicado estar atenta a la compra, pero lo importante fueron las risas. Y lo mejor, ¡cuando salieron las fajas! Había una estilo Bridgett Jones, que me hizo pensar en que, si no me hubiera pasado el año matándome haciendo spinning y zumba durante la semana, y pádel los domingos, sería la mía. Así que aunque mi talla no es la de una modelo, he visto que todo esfuerzo tiene una recompensa.

Cuando se acabó todo, todavía sonreía.

Las bragas Bridgett Jones ya no forman parte de mi vida.


jueves, 30 de julio de 2015

Hoy tenía que ser un día para mí

Si Sophia Loren iba sin depilar, ¿por qué no yo?
Hoy tenía que ser un día para mí, pero no sé qué me pasa con el tiempo que antes me cundía, y ahora no me cunde nada.

¿Es la edad?

¿Los días siguen teniendo 24 horas?

A mí me da la sensación de que antes hacía el doble de cosas en la mitad de tiempo.

Me había guardado el día de hoy para mis cosas personales, pero de la lista de mil cosas que llevaba apuntadas, sólo he podido hacer tres: ir al banco, donde después de una cola inmensa no han podido hacer la gestión porque se ha estropeado la máquina, ir a encargar el material del curso escolar del año que viene y los libros, que no estaban todos y tengo que volver, e ir al mercado a comprar la verdura y la fruta de la semana.

Todo el resto ya no he podido hacerlo porque ha entrado una llamada urgente de la oficina, he cometido el error de mirar los mails, y ya me he desbocado. Por lo tanto la llamada al ginecólogo para la revisión,  al médico de cabecera para la analítica anual, al pediatra para la revisión del peque, al monitor del Casal para avisar de que el viernes saldrá antes, al mecánico para la revisión de la moto, y al centro de estética, donde me depilo para decir que pasaré una semana más llevando pantalones y bajando a la playa en neopreno, será otro día.

Y vuelvo a anotarlo todo en mi agenda, todavía de papel porque soy una romántica, donde voy saltando de página en página, hasta que pueda encontrar de nuevo un día que dedique para mis cosas que, pensándolo bien, no dejan de ser la de los demás, ahora que me doy cuenta, y pienso que si esto es un día para mi, prefiero ir a la oficina como cada día y seguir soñando con ese día de relax, donde solamente existirá el Mi, mío, y más.

Y ese día ojalá fuera de 48 horas y no de 24.


jueves, 23 de julio de 2015

¿Quién dijo que el mes de julio es un mes tranquilo?

Las velitas no tenían la culpa de nada
Cada año me pasa lo mismo, espero el mes de julio pensando que será un mes relajado, de cierre de temas pendientes y preparación de nuevos proyectos para dejar el trabajo preparado para iniciar el septiembre con energía después de las esperadas vacaciones. Pero, sorprendentemente, el mes de julio se va complicando, en el trabajo, en las gestiones diarias, en esos temas que vas anotando durante todo el curso como pendientes para el gran mes de julio… y llega julio, y tu agenda está abarrotada de cenas, despedidas de verano, reuniones, proyectos, listas de libros escolares por comprar, gestiones personales, citas con médicos…

Empiezas el día con aparente tranquilidad que se va complicando por momentos, visitas inesperadas de clientes a la oficina, que no dejan cumplir con la planificación laboral, una cita con el dermatólogo, a la que asistes cargada con dos enormes bolsas llenas de ropa escolar de los niños para el próximo curso (hacían un 10% de descuento que no podía dejar escapar) y vuelta al trabajo a apagar 3 incendios no programados.

Cuando vas apagar el ordenador para irte para a casa, el grupo de whatsapp de madres del cole (sí ese grupo que todas tenemos) te recuerda la cenita de despida de verano, con la noticia de que nadie ha pensado en el regalo de la profe.

¡Horror! Rápidamente me conecto a una web para poder comprar un masaje relajante (es lo mínimo que se puede regalar a la gran profesora de nuestros peques)… pero para mañana no lo tendremos aquí, hay que ir hasta el lugar escogido. Cojo la moto, con el casco, la bolsa del gimnasio, bolso, maletín y las dos enormes bolsas de uniformes y ¡para allá que voy! Sudada, cargada, despeinada, entro en un oasis de madera y decoración oriental con una música suave. Me atiende una mujer toda ella zen, que habla a 3 palabras por minuto, yo tengo prisa, claro, pero ella me invita a sentarme al lado de unas velas aromáticas y pretende explicarme todos los tipos de masajes que ofrecen. Más de 45. Le digo que tengo mucha prisa, uno relajante, para desestresar, que sea completo… Ni se inmuta y sigue hablándome lento, pausado… y yo me voy poniendo a 1000 revoluciones segundo.

Me mira y creo que piensa que la que necesita el masaje soy yo. Y no es mala idea, no. Pero son las 19.52 y la canguro se larga, así que lo dejaré para el mes de julio de 2016, viviendo con la ilusión de que será un mes tranquilo.

jueves, 16 de julio de 2015

De cita en cita y tiro porque me toca


Foto del restaurante Parco, cortesía de TripAdvisor.

Hoy toca desayuno de trabajo, comida de trabajo, café con alguien del trabajo y una presentación de un libro a la que no puedo faltar. ¿Quién puede llevar tan mal mi agenda? Es inaguantable tanta cita.

Pues la agenda me la llevo yo. Y la única culpable de no poder comer tranquila en todo el día soy yo misma, y no una secretaria, porque no tengo, y seguro que sería más eficaz. No sé decir que no, y lleno la mochila hasta los topes y después ando enfadada todo el día conmigo misma, repitiéndome lo mismo: hay que poner límites, hay que saber decir que no.

¿Parece fácil, verdad? Pues no lo es, y menos cuando faltan 15 días para las vacaciones, y todos queremos irnos con el trabajo hecho. Sin embargo cojo la agenda, mi boli verde, color esperanza, y ojeo la semana pensando, hoy será un día terrible, pero los demás los habré gestionado bien, no puedo ser tan torpe.

Y mi sorpresa es ver que toda la semana voy a ir derrapando, de cita en cita, comidas y cenas, y que no he sabido decir no a nada. Cierro la agenda, abro una pequeña libreta para notas que siempre llevo encima y apunto: repasar agenda de la semana que viene y cancelar lo que no es urgente.

Cierro la libreta y allí se queda semanas sin volver a leer mi buen propósito, aunque la intención dicen que es lo cuenta. Y yo sigo derrapando y por suerte comiendo poco, porque con tantas citas a las horas de comer, o sabes cerrar el pico, o encima de ir como un loca, engordas.

 ¡Y eso sí que no!

jueves, 9 de julio de 2015

La botella vacía en la nevera

¡La botella!


Me he levantado a la misma hora de siempre. Es julio, pero los horarios estrictos no cambian. Tengo que dejar al peque en el campus de verano, que está mucho más lejos que el cole, y llegar al trabajo on time. Por lo tanto, a las 7h suena el despertador y arriba con el chip ya puesto de ducha, arreglarse, hacer la cama y tomarme las pastillas, casi tantas ya como las abuelas, porque ente las vitaminas, porque, si no, no llego a fin de julio ni de coña, el aceite de onagra, eficaz para mil cosas y natural, el diurético para la retención de líquidos, me viene de familia, y las pastillas contra manchas solares, que se acercan los días de playa, son unas cuantas, y pienso que mejor tomármelas en casa, que si alguien me ve tomármelas con el café en el bar habitual, ¡se asusta seguro!.

Sin embargo, pasar de los 40, tiene sus hándicaps, y cuidarse es básico. Así que voy a la nevera para llenarme un buen vaso de agua, con tanta pastilla, se necesita casi un barreño, y como siempre la botella está casi vacía. ¡No me lo puedo creer! La llené ayer, y antes de ayer, ¿pero nadie más puede guardar la botella llena en la nevera? Parece ser que no, y los minutos de la mañana son sagrados, todavía queda despertar al peque e ir diciéndole, vístete, haz la cama, lávate los dientes. Así que cojo la garrafa, a toda prisa y como puedo (no sé por qué la compramos de 8 litros si no la puedo ni arrastrar) y lleno la botella haciendo equilibrios, porque pesa, es incómodo y como soy bajita no veo bien la medida del embudo. Y como las prisas no son buenas, y ser baja, la mayoría de las ocasiones, tampoco,  al menos para llenar la botella, me paso de frenada y no veo que el agua que hay en el embudo es demasiada y se desparrama por el mármol.

Saco el embudo, lo guardo y respiro. Cojo la bayeta, seco el agua y respiro. Me tomó el vaso de agua lleno hasta arriba con todas las pastillas, y respiro. Miro el reloj, no tengo tiempo ni de respirar pero pienso, no pasa nada, comodiría Serrat “hoy puede ser un gran día”, aunque él supongo que no encontraba siempre la botella medio vacía en la nevera.