He decidido hacerme un regalo, ya estamos casi en Navidad, y
me gusta más regalar que me regalen pero me he levantado con la idea de hacer
de Mamá Noel para mí. Me daré el gustazo de un día donde me lo dedique de lleno
a hacer lo que me gusta. Me levanto, me arreglo y voy a desayunar con calma,
sin mirar el reloj: zumo de naranja, café con leche y, hoy, hoy sí, un
croissant de mantequilla. Lo sé, es prohibitivo, pero hoy es especial. Después
escaparates, compras, si se puede, y una comida al lado del mar, de tapas
pequeñas pero exquisitas, y a las 17h el colofón del día, un masaje en uno de
los hoteles de lujo, que te tratan como una princesa.
Y además he pedido, por primera vez, que me lo haga un
hombre, fuera vergüenzas, que necesito manos fuertes. Además, por pedir que no
quede, que sea uno guapo, con manos maravillosas. Al llegar, me espera
una chica alta y esbelta, que me entrega una bata XXL, y unas zapatillas número
40. Yo mido 1,55 y llevo un 37, por lo tanto el vestuario me queda más que
grande y nada sexy, pero al salir me espera Yan, un chino, con moño, casi tan
pequeño como yo pero cuadrado. Que decepción, mi fantasía al garete, tío bueno
con manos de oro era demasiado, pero confieso que al estirarme, Yan consigue
descontracturarme, al mismo tiempo que me desmonta mi fantasía. Convirtiéndola
en un cuento chino, nunca mejor dicho.
Pero, por lo menos, salgo como nueva y sin importarme como
me queda esa bata y zapatillas, dado que el glamour se convierte en exotismo, y
tal y como queda el vestuario, podríamos decir, que estoy exótica, por no decir
rara, y que padezco el Yoda de La Guerra de las Galaxias. ¿A quién le debe ir
bien ese atuendo? A pesar de esto, os confieso que repetiré, no solo masaje
sino día para mí. Gran experiencia y sin cargos de conciencia. Eso deberíamos
hacerlo todas. ¡Ánimo chicas!
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