jueves, 30 de julio de 2015

Hoy tenía que ser un día para mí

Si Sophia Loren iba sin depilar, ¿por qué no yo?
Hoy tenía que ser un día para mí, pero no sé qué me pasa con el tiempo que antes me cundía, y ahora no me cunde nada.

¿Es la edad?

¿Los días siguen teniendo 24 horas?

A mí me da la sensación de que antes hacía el doble de cosas en la mitad de tiempo.

Me había guardado el día de hoy para mis cosas personales, pero de la lista de mil cosas que llevaba apuntadas, sólo he podido hacer tres: ir al banco, donde después de una cola inmensa no han podido hacer la gestión porque se ha estropeado la máquina, ir a encargar el material del curso escolar del año que viene y los libros, que no estaban todos y tengo que volver, e ir al mercado a comprar la verdura y la fruta de la semana.

Todo el resto ya no he podido hacerlo porque ha entrado una llamada urgente de la oficina, he cometido el error de mirar los mails, y ya me he desbocado. Por lo tanto la llamada al ginecólogo para la revisión,  al médico de cabecera para la analítica anual, al pediatra para la revisión del peque, al monitor del Casal para avisar de que el viernes saldrá antes, al mecánico para la revisión de la moto, y al centro de estética, donde me depilo para decir que pasaré una semana más llevando pantalones y bajando a la playa en neopreno, será otro día.

Y vuelvo a anotarlo todo en mi agenda, todavía de papel porque soy una romántica, donde voy saltando de página en página, hasta que pueda encontrar de nuevo un día que dedique para mis cosas que, pensándolo bien, no dejan de ser la de los demás, ahora que me doy cuenta, y pienso que si esto es un día para mi, prefiero ir a la oficina como cada día y seguir soñando con ese día de relax, donde solamente existirá el Mi, mío, y más.

Y ese día ojalá fuera de 48 horas y no de 24.


jueves, 23 de julio de 2015

¿Quién dijo que el mes de julio es un mes tranquilo?

Las velitas no tenían la culpa de nada
Cada año me pasa lo mismo, espero el mes de julio pensando que será un mes relajado, de cierre de temas pendientes y preparación de nuevos proyectos para dejar el trabajo preparado para iniciar el septiembre con energía después de las esperadas vacaciones. Pero, sorprendentemente, el mes de julio se va complicando, en el trabajo, en las gestiones diarias, en esos temas que vas anotando durante todo el curso como pendientes para el gran mes de julio… y llega julio, y tu agenda está abarrotada de cenas, despedidas de verano, reuniones, proyectos, listas de libros escolares por comprar, gestiones personales, citas con médicos…

Empiezas el día con aparente tranquilidad que se va complicando por momentos, visitas inesperadas de clientes a la oficina, que no dejan cumplir con la planificación laboral, una cita con el dermatólogo, a la que asistes cargada con dos enormes bolsas llenas de ropa escolar de los niños para el próximo curso (hacían un 10% de descuento que no podía dejar escapar) y vuelta al trabajo a apagar 3 incendios no programados.

Cuando vas apagar el ordenador para irte para a casa, el grupo de whatsapp de madres del cole (sí ese grupo que todas tenemos) te recuerda la cenita de despida de verano, con la noticia de que nadie ha pensado en el regalo de la profe.

¡Horror! Rápidamente me conecto a una web para poder comprar un masaje relajante (es lo mínimo que se puede regalar a la gran profesora de nuestros peques)… pero para mañana no lo tendremos aquí, hay que ir hasta el lugar escogido. Cojo la moto, con el casco, la bolsa del gimnasio, bolso, maletín y las dos enormes bolsas de uniformes y ¡para allá que voy! Sudada, cargada, despeinada, entro en un oasis de madera y decoración oriental con una música suave. Me atiende una mujer toda ella zen, que habla a 3 palabras por minuto, yo tengo prisa, claro, pero ella me invita a sentarme al lado de unas velas aromáticas y pretende explicarme todos los tipos de masajes que ofrecen. Más de 45. Le digo que tengo mucha prisa, uno relajante, para desestresar, que sea completo… Ni se inmuta y sigue hablándome lento, pausado… y yo me voy poniendo a 1000 revoluciones segundo.

Me mira y creo que piensa que la que necesita el masaje soy yo. Y no es mala idea, no. Pero son las 19.52 y la canguro se larga, así que lo dejaré para el mes de julio de 2016, viviendo con la ilusión de que será un mes tranquilo.

jueves, 16 de julio de 2015

De cita en cita y tiro porque me toca


Foto del restaurante Parco, cortesía de TripAdvisor.

Hoy toca desayuno de trabajo, comida de trabajo, café con alguien del trabajo y una presentación de un libro a la que no puedo faltar. ¿Quién puede llevar tan mal mi agenda? Es inaguantable tanta cita.

Pues la agenda me la llevo yo. Y la única culpable de no poder comer tranquila en todo el día soy yo misma, y no una secretaria, porque no tengo, y seguro que sería más eficaz. No sé decir que no, y lleno la mochila hasta los topes y después ando enfadada todo el día conmigo misma, repitiéndome lo mismo: hay que poner límites, hay que saber decir que no.

¿Parece fácil, verdad? Pues no lo es, y menos cuando faltan 15 días para las vacaciones, y todos queremos irnos con el trabajo hecho. Sin embargo cojo la agenda, mi boli verde, color esperanza, y ojeo la semana pensando, hoy será un día terrible, pero los demás los habré gestionado bien, no puedo ser tan torpe.

Y mi sorpresa es ver que toda la semana voy a ir derrapando, de cita en cita, comidas y cenas, y que no he sabido decir no a nada. Cierro la agenda, abro una pequeña libreta para notas que siempre llevo encima y apunto: repasar agenda de la semana que viene y cancelar lo que no es urgente.

Cierro la libreta y allí se queda semanas sin volver a leer mi buen propósito, aunque la intención dicen que es lo cuenta. Y yo sigo derrapando y por suerte comiendo poco, porque con tantas citas a las horas de comer, o sabes cerrar el pico, o encima de ir como un loca, engordas.

 ¡Y eso sí que no!

jueves, 9 de julio de 2015

La botella vacía en la nevera

¡La botella!


Me he levantado a la misma hora de siempre. Es julio, pero los horarios estrictos no cambian. Tengo que dejar al peque en el campus de verano, que está mucho más lejos que el cole, y llegar al trabajo on time. Por lo tanto, a las 7h suena el despertador y arriba con el chip ya puesto de ducha, arreglarse, hacer la cama y tomarme las pastillas, casi tantas ya como las abuelas, porque ente las vitaminas, porque, si no, no llego a fin de julio ni de coña, el aceite de onagra, eficaz para mil cosas y natural, el diurético para la retención de líquidos, me viene de familia, y las pastillas contra manchas solares, que se acercan los días de playa, son unas cuantas, y pienso que mejor tomármelas en casa, que si alguien me ve tomármelas con el café en el bar habitual, ¡se asusta seguro!.

Sin embargo, pasar de los 40, tiene sus hándicaps, y cuidarse es básico. Así que voy a la nevera para llenarme un buen vaso de agua, con tanta pastilla, se necesita casi un barreño, y como siempre la botella está casi vacía. ¡No me lo puedo creer! La llené ayer, y antes de ayer, ¿pero nadie más puede guardar la botella llena en la nevera? Parece ser que no, y los minutos de la mañana son sagrados, todavía queda despertar al peque e ir diciéndole, vístete, haz la cama, lávate los dientes. Así que cojo la garrafa, a toda prisa y como puedo (no sé por qué la compramos de 8 litros si no la puedo ni arrastrar) y lleno la botella haciendo equilibrios, porque pesa, es incómodo y como soy bajita no veo bien la medida del embudo. Y como las prisas no son buenas, y ser baja, la mayoría de las ocasiones, tampoco,  al menos para llenar la botella, me paso de frenada y no veo que el agua que hay en el embudo es demasiada y se desparrama por el mármol.

Saco el embudo, lo guardo y respiro. Cojo la bayeta, seco el agua y respiro. Me tomó el vaso de agua lleno hasta arriba con todas las pastillas, y respiro. Miro el reloj, no tengo tiempo ni de respirar pero pienso, no pasa nada, comodiría Serrat “hoy puede ser un gran día”, aunque él supongo que no encontraba siempre la botella medio vacía en la nevera.