¿Qué hago yo aquí? |
Lunes. 8:30 de la mañana y estoy ya subida en mi bici de spinning.
No tengo ganas, me da pereza, y mi cabeza sólo piensa en las mil cosas que
tengo que solucionar en la oficina, pero es mi momento, el momento que me da
fuerza para después lidiar con el día a día, y más ahora que es la vuelta al
trabajo y todo se hace muy pero que muy pesado.
Es verdad que el ejercicio ayuda, a pesar que mi cabeza
sigue pensando, y me pregunta:
¿Qué hago aquí si esto no es que me encante?
Y mi lado positivo contesta:
Rebajar esas piernas, y ese pandero.
Es verdad, me dice mi interior, ahora la gente empieza notar
el esfuerzo de todo el año, montada cada lunes y miércoles en esta bici, la
número 20, así que no puedo fallar, he de seguir y luchar con esta
máquina y pedalear a no sé cuantos IRPM para llegar a lo que manda el
profe, no guapo pero sí motivador.
Pero mientras lucho con la carga, y ese puntito más, vuelvo
a pensar:
¿Esto vale la
pena? Tengo mil problemas que solventar en la oficina, y este año tampoco he
podido ponerme biquini a pesar de que he hecho deporte todo el curso como una
jabata.
Y mi lado positivo vuelve a la carga y me dice:
Los problemas del trabajo los solventaras mejor después
de esta clase que genera endorfinas a tope y saldrás con un humor diferente, y
además el bañador te quedaba mejor que nunca, lo han notado.
Entonces empieza la canción de Enrique Iglesias, que
me encanta, y pedaleo más fuerte, sudo lo que no está escrito y me repito, ¡venga,
que se nota!, es verdad que el bañador quedada algo mejor que otros años,
además me entran esos tejanos negros que tenía que abrocharme haciendo
mil acrobacias estirada en la cama, y después no podía ni sentarme, sin esperar
que el botón saliera volando en cualquier momento; y como colofón, saldré
“zen” para afrontar esas llamadas, los 300 mails de la bandeja de entrada, y
las visitas de trabajo que no pueden esperar ni a que me ponga al día, después
de las cuatro semanas de vacaciones, porque ya necesitan saber con urgencia qué
hay de lo suyo.
¡Maldita rentrée!
Casi que necesito hacer adaptación, como hacen con los niños
en la guardería, pero nuestra vuelta es ahora y ya, no hay tregua. Así que
empiezo a cantar la canción Bailando,y pedaleo a tope sin pensar más
hasta que la clase termina.
He aguantado, aunque no sé todavía cómo, y bajo de la
bici feliz. Un reto más conseguido, ahora queda todo el resto de día, pero es
verdad que lo encaro con una sonrisa y unas calorías menos, que eso siempre es
de agradecer.
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