Cuando en agosto
empezaba a ver los escaparates con la ropa de otoño, abrigos, camisas de manga
larga, y botas, pensaba que nunca llegaría el momento de volver a la rutina.
Los días de playa, sol y chiringuito no son eternos, lo sabía, pero mi mente
pensaba todavía falta, todavía queda, si no piensas en el tiempo, pasará
menos rápido...
Pero el mes de agosto se agota, como todos, y llega a su fin, dejando paso a la rutina: horarios, trabajo,
reuniones, libros, material escolar, extra-escolares, canguros, y hacer un
organigrama familiar para sobrevivir a la vida real.
La nevera llena de post-it e imanes con listas para que la
cabeza vuelva a su sitio y no olvidarse nada. Lo primero que pienso,
honestamente es: ¡Horror, no quiero,
no puedo! Pero justo después de esta negación contundente, de niña pequeña,
recapacito y recuerdo lo que siempre decía mi padre cuando terminaba el verano
y empezaban los anuncios de la vuelta al cole: Lo bueno tiene que acabar
para que vuelva a empezar.
¡Es verdad, mente positiva, y a pensar en las cosas buenas!
Confieso que me cuesta, pero al final, la rutina es necesaria para todos.
O al menos eso queremos creer, para no deprimirnos más.
Quizás estar siempre disfrutando de no hacer nada sería demasiado aburrido y no sabríamos
apreciarlo, pero cuatro semanas, por no decir tres, que son lo que hace la
mayoría, son pocas vacaciones con lo que se trabaja todo el año.
Esto es así.
Y la famosa vuelta al
cole ya era un infierno de pequeñas y eso que teníamos tres meses, pues
de mayor… ya vemos que no se pasa, persiste y sigo arrugando la nariz cuando septiembre
asoma por la ventana.
Sin embargo, a conformarse toca, recomiendo coger lápiz y
papel para colgar una lista más en la nevera, si cabe, y apuntar las cosas
positivas que pueden ocurrir en otoño, como comprarse ropa nueva, volver a ver
esa serie preferida en la tele, que los niños se vayan a dormir pronto (¡qué
descanso!), que el calor baje y podamos descansar mejor.
Así es la vida, vuelta a la rutina y siempre es mejor con
una sonrisa, y por qué no con esos
zapatos que has visto y de los que te has enamorado.
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