jueves, 12 de noviembre de 2015

Un mundo ideal


No me lo creo. Me he despertado sin despertador y cuando el cuerpo ha dicho basta. Me he duchado sin prisas, disfrutando del momento, sin pensar que gasto demasiada agua o que hay alguien detrás pidiendo turno. He desayunado lo que he querido, no lo que me impongo cada mañana, y he repetido de café. ¡Y cafeinado, sí, y sin que nadie me mire mal!

Todavía no sé la hora que es porque no he mirado ni reloj ni teléfono, y eso que va siempre conmigo a todas partes. Estoy sola en casa, solo se oye el silencio y todavía no entiendo qué pasa hoy, hasta que un riiiiiing enorme me ensordece y despierto.

Evidentemente era un sueño, uno de los idílicos. Son las 7 y estamos ya terminando septiembre. Esta es la realidad. Me tapo un poco más para intentar seguir en el sueño, que no termine… pero no cuela. Vuelve a sonar la alarma por segunda vez (la tengo así por si algún día me duermo, aunque nunca me ha pasado) y me levanto todavía pensando en un mundo 'feliz' mientras suenan ya tres avisos de whatsapps y la radio de la cocina que indica las 7.15h.

¡Horror!

Olvido mi mundo ideal, saco la cabeza para ver que el peque sigue durmiendo, me tiene que dejar ducharme y vestirme. Y pienso: qué bonito es soñar, y además es gratis.

¡Y con el tiempo que he perdido tendré que hacerme una cola de caballo porque no tengo tiempo para lavarme y secarme el pelo!


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