jueves, 1 de octubre de 2015

La montaña no es lo mío



Hoy no me puedo levantar, el fin de semana ha sido matador, no me siento las piernas, y todo por seguir a mis amigos que decidieron ir de escalada por la montaña, con mochila y todo, porque lo bonito es andar y no estarse quieto, en vez de una cena tranquila para charlar.

Así que para no parecer la aburrida del grupo, y no ser menos, a pesar de que odio las caminatas montañeras (no es lo mío, de verdad) y como no sé decir que no… Voy y me animo a hacer de boy scout el fin de semana. Y además prometiendo no protestar ni una vez.

Pero mientras subo la cuesta me voy acordando de todos, cuando me pincho con esa ortiga en la pierna, porque tiene que tocarme a mí, claro está, ya me digo a mi misma: "¡deberías haber dicho que no!".
Y cuando me quedo la última de la fila y nadie me espera pensando “ya llegará”, les mandaría a todos a tomar viento, pero al final, 45 minutos más tarde que los demás, llego a la cima, casi sin aliento, roja como un tomate, y sudando lo que no está escrito, pero el objetivo está cumplido.

Sentirse bien con uno mismo es lo mejor, y la gran recompensa, porque los demás ya han abierto las mochilas y ya han empezado a hacer el picnic sin pensar que faltaba yo, pero el montañismo es compañerismo, y enseguida me ofrecen agua y sentarme en el gran círculo.

Honestamente pienso que debería haberme quedado en casa leyendo, pero como reto personal, ¡me pongo un 10! Aunque después de refrescarme un poco y comer algo para coger fuerzas, cojo mi mochila para empezar a bajar mientras acaban la comilona porque, aunque la bajada  es más ligera, prefiero no volver a quedarme la última y llegar cuando ya todos hayan cenado...  Cada uno sabe sus límites, y más vale prevenir.

La montaña no es lo mío, pero lo he hecho y sin rechistar, al menos en voz alta, porque si pudieran haber leído mis pensamientos, otro gallo cantaría.


Yo me quedo con reto cumplido, y a otra cosa, mariposa.

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