Hoy ya me he levantado con el pie
izquierdo, porque el despertador no ha sonado, y eso que no lleva contraseña, o
quizás no lo he oído, porque llevo unas semanas de cansancio máximo. Además,
para acabar bien el día, ayer mi hija me bloqueó el móvil. No sé qué hizo, sé
que no lo debe tocar, pero el móvil es un arma actual para que los niños paren
quietos unos minutos seguidos y como no podía con mi alma, me vendí al diablo.
Lo confieso, y me castigó. Ahora no puedo recibir e-mails ni WhatsApps, algo que
me deja desconectada del mundo y no lo puedo soportar. Pongo la contraseña, una
y otra vez, que esta me la sé, y no reacciona. Mi marido me dice que debo poner
el código Puk y no el Pin, pero yo no sé dónde metí el Puk, casi no sé ni lo que
es, recuerdo que te lo dan al comprar el móvil y piensas que no te hará falta
para nada, sin embargo, ahora sin Puk estoy 'out' y tengo casi taquicardias, no
puedo estar sin el móvil, y entiendo que esta dependencia del aparato es patológica,
pero lo necesito. Me siento que me falta algo.
Así que ayer, como una loca,
empecé a buscar la caja del móvil, para encontrar el famoso Puk, el cual no me
sé de memoria ni de coña, porque ya tengo que saberme las contraseñas de las
tarjetas de crédito (si ya sé que son para todas el mismo número) la del móvil
y la del Ipad, (si son las mismas, pero no son las mismas que para la tarjetas
de crédito) más la del candado del gimnasio, la de Apple, la del ordenador, la
de Privalia, Instagram, Facebook.... y seguro que me olvido alguna. Imposible
sabérselas todas, pero además la que necesito que es la de desbloquear el
móvil, no la sé. Pero para que tanta contraseña si al final necesitas el
Puk, o la contraseña B, que es la que no sabemos nadie. Vaya mundo de locos, y
lo único que espero es que en un futuro no pongan contraseñas para el
microondas, la lavadora o el lavaplatos, porque si así fuera viviría en un
bloqueo constante.
Debo asumir que me pasaré tres
horas al teléfono hablando con Vodafone para conseguir el código Puk, que
guardaré bajo llave como si fuera mi tesoro en una libreta con todas las
contraseñas del mundo, y apuntaré en algún lugar donde guardo la libreta porque
lo más normal será que de aquí tres días no sepa dónde la he puesto, y esto es
un bucle sin fin. Quizás la solución solo es una, potenciar la memoria. Comamos
pasas. Y algo que cultive la paciencia, si es que existe. ¡¡¡Y solo es lunes,
SOS!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario