jueves, 31 de diciembre de 2015

Los piojos



Hemos estado unos días de vacaciones, sin pisar el cole, y no han habido invasores en casa. Sí, sí, invasores, es como les llamo a los asquerosos pequeños bichos, o no tan pequeños,  que se instalan en las cabezas de los niños en septiembre y no se largan hasta junio.
¡Los malditos piojos!

¿Pero es que con el cambio climático estos seres han mutado y ya no se van con nada? De pequeña, mis hermanos y yo habíamos tenido, pero como algo excepcional, y eso que yo llevaba melena larga,  pero actualmente el que no tiene piojos es el rarito de la clase, dado que la invasión de estos bichos es una plaga que no se acaba, porque saltan de cabeza en cabeza, y creo que hasta saben cómo hacerlo para esquivar al pobre desgraciado que ha hecho el tratamiento anti-piojos en casa, o sea: echarse el bote de ese líquido de olor tremebundo y enfundarse en un gorro de ducha con el líquido picante en la cabeza durante media hora, y después pasarse el peine anti-piojos y ver cómo van cayendo en el blanco del mármol del baño casi sin inmutarse. ¡Qué asco!

Mi hijo hasta ya detecta cuando sacamos el gordo, pero no el de la lotería, sino como dice él, al gran jefe de los piojos, que parece ya más una hormiga que un piojo. ¡Madre mía! A veces pienso que suerte que tengo un niño, porque si llego a tener una niña con melena, no sé si podría soportarlo, ya con el pelo corto de mi hijo, es la guerra, con una melena al estilo Frozen, creo que me muero. Sin embargo, esto es la guerra mamis, porque no se van ni con agua oxigenada ni vinagre, que eran ya los remedios de la abuela, y el presupuesto en productos de farmacia es para que te de un ataque y quieras exterminarlos aunque sea con la escoba. Así que la guerra está echada y es mami-contra piojos, aunque espero algún día encontremos la solución contra estos invasores, que en vez de verdes son negros y personalmente me dan verdadero asco.

¡A por ellos!



miércoles, 23 de diciembre de 2015

Nos merecemos un regalo único



He decidido hacerme un regalo, ya estamos casi en Navidad, y me gusta más regalar que me regalen pero me he levantado con la idea de hacer de Mamá Noel para mí. Me daré el gustazo de un día donde me lo dedique de lleno a hacer lo que me gusta. Me levanto, me arreglo y voy a desayunar con calma, sin mirar el reloj: zumo de naranja, café con leche y, hoy, hoy sí, un croissant de mantequilla. Lo sé, es prohibitivo, pero hoy es especial. Después escaparates, compras, si se puede, y  una comida al lado del mar, de tapas pequeñas pero exquisitas, y a las 17h el colofón del día, un masaje en uno de los hoteles de lujo, que te tratan como una princesa.

Y además he pedido, por primera vez, que me lo haga un hombre, fuera vergüenzas, que necesito manos fuertes. Además, por pedir que no quede, que  sea uno guapo, con manos maravillosas. Al llegar, me espera una chica alta y esbelta, que me entrega una bata XXL, y unas zapatillas número 40. Yo mido 1,55 y llevo un 37, por lo tanto el vestuario me queda más que grande y nada sexy, pero al salir me espera Yan, un chino, con moño, casi tan pequeño como yo pero cuadrado. Que decepción, mi fantasía al garete, tío bueno con manos de oro era demasiado, pero confieso que al estirarme, Yan consigue descontracturarme, al mismo tiempo que me desmonta mi fantasía. Convirtiéndola en un cuento chino, nunca mejor dicho.

Pero, por lo menos, salgo como nueva y sin importarme como me queda esa bata y zapatillas, dado que el glamour se convierte en exotismo, y tal y como queda el vestuario, podríamos decir, que estoy exótica, por no decir rara, y que padezco el Yoda de La Guerra de las Galaxias. ¿A quién le debe ir bien ese atuendo? A pesar de esto, os confieso que repetiré, no solo masaje sino día para mí. Gran experiencia y sin cargos de conciencia. Eso deberíamos hacerlo todas. ¡Ánimo chicas!



miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL ESTRÉS DE LA DECORACION




Cada año me gusta decorar la casa de Navidad, que se note que son fiestas, y cuando me toca que vengan todos a casa a comer pienso en alguna cosa mona para poner de decoración en el plato, herencia de mi madre que siempre ha decorado las mejores mesas de Navidad que podáis imaginar… Pero a mí, por mucho que me esfuerce, no me quedan igual. Ella tiene un gusto exquisito y con poca cosa le luce todo, y a mí, me pasa al revés. Mira que lo intento, y además me esmero en ser original. Si una bola de navidad para cada uno con mensaje, si una chocolatina con un adorno navideño, hasta un libro de deseos que diseñé y que me costó horas hacer para que luego algunos ni lo leyeran.

Sin embargo, estas cosas las tienes que hacer por ti misma, y no esperar nada de los demás. Y aunque progreso adecuadamente, mi madre siempre me supera, y creo que debe ser así, porque ese don que tiene, y esa alegría e ilusión  que nos transmite a mí me llena, y aunque debo reconocer que me hubiera gustado que me pasara algo más de su buen hacer, hay cosas que las tienes o no las tienes, y ese don no me lo ha pasado pero sí el del esfuerzo, y así cada año, con mi empeño  voy superándome. No seré nunca caballo ganador, pero sí que voy aprendiendo de una madre auténtica que sabe mucho de la decoración de la casa, y como me dice mi hijo: “Lo importante es el esfuerzo y el cariño con lo que se hace, aunque no quede tan bien”. Ellos siempre con la verdad por delante, como debe ser, y lo importante es seguir pensando con ilusión qué hago este año para no perder el ritmo y mantener al menos mi nivel, que es bajito, pero allí estamos, porque a la que te dejas ir puedes caer en lo friqui y cualquier día estamos todos comiendo con las típicas diademas de renos.


Por tanto, serenidad, y a buscar lo bueno, bonito y barato, sin estresarme, que entonces es cuando todo se desborda y podemos rozar el no hago nada o el friquismo, que no sé qué es peor. Así que, posición zen y olfato  para que mi mesa entre en el ranking navideño en segundo lugar, por lo menos. Aunque no sea ninguna competición, es una cosa más a comentar mientras nos ponemos las botas comiendo.

Toca esconder la báscula


Estoy desesperada, avanza diciembre y todo son comidas, cenas para celebrar que se acerca la Navidad. Me encanta quedar con los amigos, compañeros de trabajo, las del gimnasio, mis compañeras de pádel, pero todo se acaba comiendo. Y si empezamos ya dos semanas antes de las propias fiestas tradicionales con estas comilonas, mejor que guarde la báscula hasta el día 8 de enero, porque empezare con dos quilos de más el día 15, (¡por lo menos! y rezando para que no sean más…) y durante las fiestas seguiremos in crescendo.

A pesar de que he comprado todas las revistas femeninas del mercado donde indica cómo comer estas Navidades sin engordar, consejos  imposibles de seguir, todo sea dicho de paso, y también he ido a comprar cola de caballo, diente de león y tila, para deshincharme lo primero, y para aguantar lo segundo, estoy convencida de que mi genética, nunca cómplice conmigo, no lo va a poner fácil. Y lo fuerte de todo esto, y lo que no soporto, es que las demás comen el doble que yo y no engordan.
Mira que intento no dejarme ir para aumentar solo esos dos kilos, y no cuatro, pero yo soy la única a la que después el vaquero no sube ni a la de tres, y no es porque este recién lavabo, que es la excusa perfecta, sino porque el turrón, los polvorones y comidas varias, se implantan en caderas y trasero, en mi caso, y de allí no se mueven hasta después de muchas, pero muchas, clases de spinning, zumba y lo que caiga. Ya lo sé, lo mejor es cerrar el pico, pero es Navidad, y aunque los malditos vaqueros marcan el antes y el después, a nadie le amarga un dulce, ¿no? (uno no pero más, es la perdición, y lo sé pero la carne es débil).


miércoles, 9 de diciembre de 2015

La magia de Disney



Viajar con niños es un rollo, pero los que somos padres estamos dispuestos a hacer un esfuerzo. Un esfuerzo como preparar un viaje a Eurodisney. Sí, la emoción de reencontrarse con la magia te empuja a ello. 

Lo primero, las maletas. Son las maletas del "por si a caso" llueve, hace calor, hace frío... Y con tantos “por si acaso” acabas con un maletorro que no puedes con él y al llegar al lugar siempre recuerdas que algo altamente necesario se ha quedado en casa y no te lo puedes creer. 

Pero estás allí y llega la emoción, el parque, la ilusión de ver a esos personajes que nos y les han robado el corazón, las atracciones, la ambientación....y las colas, las llagas en los pies y el cansancio. Las fotos con Mickey, Minnie, Donald, las ardillas....y los gadgets...acabas comprando las cosas más incomprensibles e innecesarias pero todo en forma de  orejas del más famoso de los ratones. 

Acabas el día con los pies destrozados, unas orejas de Minnie en la cabeza, la mochila a tope de imanes, llaveros, sudaderas, calzoncillos, tazas y tacitas, con dolor de estómago y pensando que cuando vuelvas te vas a alimentar de ensaladas, pero cuando miras a los peques durmiendo, reventados sin haber sido capaces de cenar, se dibuja una gran sonrisa en tus labios. Un recuerdo inolvidable en familia que nadie debería perderse: ¡vivir la magia de Disney! 


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Luces de Navidad y turrones


Cuando las luces de navidad se encienden y la ciudad sonríe con tanta iluminación, no puedo negar que me cambia el humor. Me gustan las navidades, siempre las hemos vivido en familia, y hemos disfrutado de cada día festivo. Parece que la magia navideña me dé una tregua a ese ritmo trepidante, y que muchas veces me pone de mal humor, y el entorno de paz y amor se apodera también de esa "brujita" que llevo dentro de mí, y aparco la escoba hasta el día 8.

No me agobian las compras, no me agobia la gente, me gustan las comidas en familia, y todo, todo lo que la gente critica, yo lo disfruto. Lo único que me preocupa un poquitín son los turrones, no voy a mentir, esto de la dieta me tiene loca, pero pienso comerlos sin reparos.

A partir del día 8 volveré a ser inflexible, pero solo conmigo misma, porque con los demás, no quiero serlo nunca y no es por el espíritu navideño sino porque ya he aprendido que no sirve de nada. Los años pasan y la madurez te conduce, después de muchas navidades, a saber qué es lo que se tiene que quedar y lo que no.

Cada año que empieza me quedo con algo bueno y algo para mejorar. E intento deshacerme de todo lo malo, lo dañino y lo que no me gusta. Siempre queda alguna cosa, pero la ponemos en la lista de mejorar, y andando que es gerundio.  Tenemos que hacernos la vida fácil, porque ella misma ya es complicada.


Así que a sonreír y a disfrutar de las luces navideñas, y de esos turrones, que después ya sudaremos tinta china.