Veranito, cuerpos al sol,
paellas y fideuás a punta pala con los amigos, a los cuales se les ocurren las
ideas más variopintas para hacer cosas diferentes. Ya pasados los 40,
necesitamos experiencias, y nada más especial que ir un fin de semana a hacer
deportes de aventura. Nunca, nunca, he sido deportista, sin embargo desde los
40, voy al gimnasio religiosamente; lo necesita el cuerpo pero, sobre todo, la
mente, y me he enganchado al pádel de una manera inexplicable. Pero de eso a
tirarme por un puente atada de los pies, o hacer barranquismo por el río, hay
un abismo, y nunca mejor dicho. Sin embargo, la aventura es la aventura, y
todos son muy valientes y dicen que sí a todo, sentados en la silla del
chiringuito. Ya me gustará verles cuando lleguemos al campo de
"batalla". Pero no me queda otra que acompañarles e intentar no
parecer la más miedosa del lugar, la madre poco enrollada. Así que intentaré
hacer de tripas corazón y al menos subirme a las tirolinas más bajitas que
encuentre, sin intentar gritar mucho. Así que, bermudas del Decathlon de color verde y camiseta de
tirantes a lo Rambo, que es lo mejor que haré, en este fin de semana aventurero
donde, quizás, descubriré una parte de mí escondida o la abandonaré para
siempre.
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