Creo que la edad madura tiene
cosas buenas. Ya paso de los 40, pero en mi caso, estoy mejor ahora, que a los
30. Y me lo digo yo misma sin tapujos. Sin embargo, creo que llevo pegado en la
frente una etiqueta que dice “MUJER CASADA Y CON HIJO”, porque aunque ahora me
siento bien (y mi trabajo y mi dinero me cuesta, os lo aseguro). Creo que no me
mira ni el tato. Y eso que hago más deporte que nunca: Spinning dos veces por
semana, pádel siempre que puedo y con entrenador personal, me pongo las mil y
una cremas que hay para cada cosa, me hago tratamiento anticelulítico durante
todo el año, porque el de tres meses antes del verano ya no me vale, pero ni el
tato, ni mi mismísimo marido se dan cuenta de ello. Cosa que por un lado me
sienta mal, antes los obreros me silbaban y me decían algún que otro piropo, y
era de las chicas de la clase que tenía más de un pretendiente, pero a día
de hoy que me siento mejor que nunca, sólo me gusto yo.
Sin embargo me animo yo misma, y
me digo con mi vocecita interior: Tenemos que estar bien porque tenemos que queremos,
no por los demás. Cada vez que me pongo unos pantalones de la temporada
anterior y me van grandes, grito: ¡ALELUYA! Cuando me miro al espejo y pienso
que mi piel todavía no tiene arrugas, grito: ¡GRACIAS! y cuando me pongo un pantalón
corto y me miro las piernas pienso: ‘Este año todavía no amiga, todo no se
puede conseguir al mismo tiempo’. Ahora los vaqueros ya no te sientan mal,
incluso te empiezan a sentar bien, pero para llevar según que pantalón corto, o
faldita de pádel, hace falta más spinning y más anticelulitis, y eso es
así. Pero os aseguro que lo conseguiré, y antes de los 50, porque aunque los
hombres no me miren, yo me veo cada día y quiero estar segura de salir a la
calle y estar feliz de cómo soy y gritar a los cuatro vientos que me siento
bien en todos los sentidos y eso es lo que cuenta.