lunes, 4 de abril de 2016

Fin de temporada

Lo he probado varias veces, pero no hay manera. No me gusta esquiar. Ir a pasar frío, ponerse unas botas incomprensibles con las que no puedes andar y que te aprietan el tobillo de tal manera que después tienes hasta agujetas, de la compresión. Otro tema es el atuendo, y vaya tema. Yo soy mujer curvy, por tanto me puedo ir olvidando de los pantalones arrapados, que me quedan como el culo, por tanto sólo puedo elegir mono entero, color lo más oscuro posible, pero con el que tampoco me veo bien porque parezco el muñeco Michelin, dado que debajo no me vale solo con una camiseta térmica, soy demasiado friolera, por tanto con tanta ropa debajo, y mis curvas, ya os lo digo, el Michelin se queda corto.


Una vez lo tienes todo puesto, que cuesta ya lo suyo, viene lo que dicen que es divertido. Subir en marcha en un telesilla, con esquís incluidos ya puestos en los pies, con esas botas que te dejan el pie sin circulación sanguínea, y se pretende, que sin caerse, subas con tres personas más al telesilla, que sube en altura, y no me hace puñetera gracia, por tanto si tienes vértigo es un hándicap más en la dulce jornada, y sin que nada se te caiga; ni guantes, ni gafas, ni cintas, ni los maravillosos palos, que sin ellos, ya me dirás después como bajas. Subir no es fácil, pero normalmente pasas la prueba, y tensionado para que nada se te caiga en el trayecto del telesilla, van viendo el final,  cuando tienes que bajar, porque si no el telesilla da la vuelta y puedes pasarte el día en plan tiovivo. Por  tanto, aunque por un momento pienso que mejor no saltar y dar otra vuelta, los amigos de telesilla empiezan a subir la protección, que también da “yuyu”,  y prefiero cerrar los ojos y saltar pensando que no haya nadie un poco más abajo, porque me lo como. Resbalando a tope para que la silla no me dé un golpetazo en el trasero, y con los palos en plan banderilla, intento mantenerme en pie sin meter el palo en el ojo a nadie, y esto es solo el principio. Ahí empieza todo. Bajadas enormes, llenas de gente, y con los famosos remontadores que te arrastran hasta más arriba de la pista para que puedas bajar con más pendiente. El tele-arrastre es también de lo más cómodo, te lo colocas en la entre-pierna y te arrastra, literalmente empujándote desde el culo, siempre que consigas mantener el equilibrio, que los esquís no se crucen, y hagan que caigas de bruces enganchada en esa percha, con una mano,  comiendo hielo a punta pala porque vas arrastrándote por el suelo, sin que nadie pueda ayudarte, y con la otra mano manteniendo los dos malditos palos, que son la salvación de poder bajar después.  Ya lo veis todo muy fácil. Y ya no os cuento como consigo bajar hasta bajo porque ni con cuña en plan triángulo de los bermudas, consigo mantenerme en pie. 

En resumen, lo he intentado pero no es lo mío, cada uno debe reconocer sus límites, así que prefiero quedarme sentada en la terraza tomando el sol, y que me quede la marca de las gafas, eso sí, moreno nieve, que es lo mejor, para mí, de un día esquí. Así que hoy mismo, pongo a la venta todo el material en Wallapop y a otra cosa mariposa.

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