Hace sol, un buen día, y
estaba preparada para un fantástico fin de semana donde todo cuadraba bien.
Podía depilarme y hacerme tratamiento anticelulítico, ya se acerca el verano y
cuantos más meses tenga por delante mejor. Partido de pádel familiar por la
mañana y torneo de pádel por la tarde para divertirnos, reír y olvidar, y todo
encajaba porque mis padres nos ayudaban con los niños, pero (siempre está el
famoso pero) mi madre cogió la gripe terrorífica, sí, la que está atacando a
media Barcelona, y la pobre se tuvo que quedar en cama sin ánimo de nada, y mi
padre, tuvo urgencia bucal y también quedó traspuesto, así que cambio de chip,
cambio de planes, y mi cabeza como una moto de carreras porque reorganizar el tetris no fue nada fácil.
Por minutos me iba poniendo
nerviosa y me parecía cada vez más a la novia de Chucky, con la cabeza como un
molinillo de café dando mil vueltas. Todo salía mal, recordad la semana pasada
que no hubo semana blanca sino negra, y ahora el finde también del revés. Estaba en el trabajo y no podía
concentrarme pensando en cómo reorganizarme, hasta que me planté y dije ¡BASTA!
Todo no se puede tener tan controlado ni tan planificado, así que dejé fluir, y
al final sin agobios ni pelos de punta, las piezas fueron encajando de otra
manera, pero encajaron, y el fin de semana no fue como estaba previsto pero ha
estado muy bien, quizás si dejase de ser tan rematadamente organizadora, la
vida sería algo más desordenada pero con más sorpresas, que primero te dejan KO
pero después acabas bailando zumba en la playa porque has ganado el torneo, eso
sí con pelos, a lo Oso Yogui, porque la depilación no pude salvarla, pero bien
pensado, todavía es invierno y ahora nadie se fija en eso. La semana que viene
saldrán todos mejor porque serán más largos. Así que a mirar la vida desde el
lado positivo. Peluda y con celulitis, al menos por el momento, pero con prueba
superada otra vez.
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