lunes, 15 de febrero de 2016

Pon un chat en tu vida

Me meto en una reunión a las 9 en punto. Mesa redonda, caras largas, muchos con libreta y boli, todavía hay gente que apunta en libreta las notas de una reunión, y todos con el móvil silenciado al lado de esa libreta, eso sí que no le falta a nadie. La reunión empieza puntual, pero se alarga, y la gente empieza a  mover pies, no encuentra la postura correcta en las sillas, que normalmente no son de lo más cómodo, y cuando llevamos ya una hora de reunión, algún móvil empieza a vibrar encima de la mesa. Nadie se atreve a cogerlo y mirar, pero ves que a quien le ha llegado el mensaje se pone nervioso, y empieza a hacer cosas raras con la mano para intentar ver, al menos, de quien es el WhatsApp recibido. Es inevitable, en la era de la tecnología estamos sometidos a estos aparatos y queremos estar conectados a todas horas.


Es verdad que la reunión de este curso de formación ha sido de lo más aburrida, pero deberíamos pensar en los buenos modales y en apagar los móviles del todo en ciertos lugares. También confieso, que soy la primera en no poder evitar la curiosidad de ir viendo quien me escribe cuando el maldito aparato vibra y entiendo a la pobre chica que está sentada enfrente mío, y que lo está pasando fatal,  porque su móvil no para de vibrar, y hasta el ponente empieza a sentirse molesto. Ella, roja como un pimiento, coge el móvil y se lo pone encima de las rodillas, allí no vibra como en la mesa, y teóricamente no hace ruido, pero, lamentablemente para ella, sigue oyéndose ese rumor “ggggg”, de cada mensaje. La chica, de pelo negro y con coleta, delgada pero con una falda muy apretada, está sudando tinta china, e incluso hace ver que recoge un papel del suelo, y lo que está intentando es apagarlo, pero no puede. Así que se vuelve a poner recta, con la coleta al lado, porque al agacharse tanto se ha despeinado, con la cara brillante del sudor y la camisa mal colocada de tanta contorsión, y su móvil vuelve a vibrar. Ella tose, se levanta muy digna y dice: Lo lamento, desde que tengo cinco chats abiertos en el WhatsApp, uno de las madres del colegio, otro del de grupo de pádel, el de las amigas para ir al cine, el del club de pasteles y el de los domingos para hacer juntas abdominales hipopresivos. Así que mejor salgo y este curso tan interesante sobre redes sociales y comunicación lo haré cuando haya superado el tema chats, que no como veis no lo tengo todavía controlado.  

Ha sido una situación que nos ha hecho sonreír, pero es que es la vida misma, porque a mí también me pasa y tengo chats con las mismas personas de diferentes temas y al final no sabes ni donde escribes ni a quién. Con lo fácil que era llamar por teléfono. ¿No?

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