jueves, 16 de julio de 2015

De cita en cita y tiro porque me toca


Foto del restaurante Parco, cortesía de TripAdvisor.

Hoy toca desayuno de trabajo, comida de trabajo, café con alguien del trabajo y una presentación de un libro a la que no puedo faltar. ¿Quién puede llevar tan mal mi agenda? Es inaguantable tanta cita.

Pues la agenda me la llevo yo. Y la única culpable de no poder comer tranquila en todo el día soy yo misma, y no una secretaria, porque no tengo, y seguro que sería más eficaz. No sé decir que no, y lleno la mochila hasta los topes y después ando enfadada todo el día conmigo misma, repitiéndome lo mismo: hay que poner límites, hay que saber decir que no.

¿Parece fácil, verdad? Pues no lo es, y menos cuando faltan 15 días para las vacaciones, y todos queremos irnos con el trabajo hecho. Sin embargo cojo la agenda, mi boli verde, color esperanza, y ojeo la semana pensando, hoy será un día terrible, pero los demás los habré gestionado bien, no puedo ser tan torpe.

Y mi sorpresa es ver que toda la semana voy a ir derrapando, de cita en cita, comidas y cenas, y que no he sabido decir no a nada. Cierro la agenda, abro una pequeña libreta para notas que siempre llevo encima y apunto: repasar agenda de la semana que viene y cancelar lo que no es urgente.

Cierro la libreta y allí se queda semanas sin volver a leer mi buen propósito, aunque la intención dicen que es lo cuenta. Y yo sigo derrapando y por suerte comiendo poco, porque con tantas citas a las horas de comer, o sabes cerrar el pico, o encima de ir como un loca, engordas.

 ¡Y eso sí que no!

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