miércoles, 26 de agosto de 2015

Cuando se terminan las vacaciones, llegan los buenos propósitos para el nuevo curso


Exprimo al máximo los días de vacaciones, como un limón. Mi tiempo libre, con mis amigos, con mi familia, sin horarios, sin obligaciones y sí, sin tacones. Todo lo hago en chanclas.

Pero la última semana empiezan las conexiones, al principio son intermitentes… un vago recuerdo de ese mail que dejé por contestar, esos informes que quedaron a medias, la reunión que aplazamos para después de vacaciones que se debe preparar… Ahí están esperando a que vuelva ¡Horror! ¡Pánico! ¡Esto se acaba! Se acaban los baños, se acaban las siestas, se acaban los helados a media tarde, se acaban los gin-tonics con amigos los lunes, los martes, los miércoles….

Es el momento de hacer balance y pensar de nuevo en todo lo que quieres hacer mejor. Un nuevo curso, me pasa lo mismo que cuando empezaba el cole. Estrenaba libretas, libros, estuche…


Y empiezo las listas: más gimnasio (al menos un día más), mejorar el inglés (mi asignatura pendiente), comer más sano, dejar de fumar, beber menos coca-cola zero, reservar tiempo para mí, organizarme mejor, mantener la casa ordenada…. Y afronto septiembre con esas mini ilusiones de conseguir al menos hacer una de las cosas de mi larga lista de “buenos propósitos” para el nuevo curso.

jueves, 20 de agosto de 2015

Las calcomanías ahora se llaman Tattoos



Es verano, nos relajamos, vamos a la piscina, nos reímos, y cada día acabo comprando la maldita bolsa de Chetos, patatas sabores, bolitas o fantasmitos por el dichoso Tattoo.

Me digo que no, que no la compraré, pero siempre acabo sucumbiendo, y mi hija va llena de calcomanías…"Mamá, ¿Qué son calcomanías?" me pregunta con cara de pensar que estoy loca. Y yo me siento vieja, porque en mi época los tattoos eran calcomanías… y los leggins eran mallas, los brakets eran aparatos, la gente que corría eran corredores no runners; al zumba lo llamábamos aeróbic y pilates eran los estiramientos de toda la vida….ah, y al rarito de la clase con gafas de pasta no lo llamábamos hípster.

A veces creo que todo es lo mismo pero necesitamos llamarlo diferente para avanzar y parecer que descubrimos cosas nuevas.

jueves, 13 de agosto de 2015

No me gusta correr

  

El titular de este blog parece una broma, porque me paso la vida corriendo, pero no soy una runner y no estoy a la moda.

Primero fueron ellos, los hombres, que se volvieron locos por el tema running y su entorno. No sólo era salir a correr y ver hasta dónde has llegado y cómo, sino también qué bambas, que si la camiseta de fibra, y esto derivaba en largas conversaciones sobre kilómetros y vestimenta, casi peor que las mujeres cuando vamos de compras, y mira que siempre se nos ha criticado...

Sin embargo, poco después, hemos sido las mujeres las que nos hemos apuntado a la moda del running. Todas excepto yo, y pocas más, porque yo siempre he odiado correr. Desde pequeña tengo un trauma de cuando nos hacían correr 20 vueltas al patio y quedaba siempre la última, y eso si  podía terminar. Ese estigma me ha quedado dentro y odio a los runners, esa es la pura verdad.

Pero hacerlo te deja fuera del grupo. ¿Qué hago yo en verano cuando todas quedan para ir a correr y yo no aguanto ni dos pasos sin resoplar como un elefante?

Alternativas:
a)      Me quedo en casa, cultivando culo en el sofá.
b)      Voy con ellas y quedo en ridículo espantoso. Sé que esto no es lo mío pero lo intento por orgullo.
c)       Me busco hacer un ejercicio alternativo que me guste.

El verano pasado escogí la opción b) y me intenté adaptar, pero no funcionó. Acabé caminando deprisa, y aunque no pasa nada, y todas te apoyan, nunca te gusta ser la diferente, al menos a mí.  Así que este año he escogido la c) y hago pádel y disfruto tanto, que si puedo hacer dos partidos en vez de uno, no tengo dudas. He hecho nuevas amigas y me encanta. ¡Y a las runners, les deseo suerte!

Cuando terminamos del pádel,  vamos a tomar algo, después del ejercicio, sin problemas, y así todas hemos pasado un buen rato sin tener que hacer lo que no te gusta porque las modas son una cosa que hay que seguir cuando se quiere y se puede.


Acabar exhausto por dar la talla es una locura, y ya me paso la vida intentando dar la talla en otros aspectos. En verano, me niego.

Foto: http://weloversize.com/lifestyle/odio-correr/ 

jueves, 6 de agosto de 2015

Redescubrir la canción del verano

Enrique Iglesias vs. Pino D'Angio, ¿con cuál os quedáis?
Ayer mi hija de 6 años cantaba con el micrófono delante del espejo la nueva canción del verano, Yo sin ti de Enrique Iglesias. La descubro emocionada, bailando (yo sonrío, me hace gracia verla, me pone tierna y a la vez se me disparan las alarmas, ¡cómo crece!) y cuando le pregunto "¿Qué cantas?", me dice "La canción del verano, mami, ¿la compramos en Itunes?”. En aquel momento pensé que yo, con seis años, no era consciente de la canción del verano. O eso creo. 

Busco cuál era la canción del verano cuando yo tenía 6, y la escucho y recuerdo que sonaba en la radio, en la tele, en el coche... Era Ma quale idea de Pino d’Angio

Más adelante, bailamos la canción del verano hasta el amanecer, grabábamos en K7 la canción del verano, nos enamorábamos y soñábamos con la canción del verano, cantábamos a todas horas la canción del verano…

Creo que desde que soy madre he vuelto a perder la conciencia de la canción del verano. Escucho poco la radio, no tengo tiempo de ver la tele, no salgo a bailar con mis amigas, no visito chiringuitos de playa, no tengo lista en spoty (lo he descubierto hace poco) y había recuperado mi discografía infantil como los payasos de la tele, cantajuegos, Enrique&Ana y Parchís para amenizar los viajes largos en coche. La banda sonora de mi vida cambió radicalmente con la llegada de mi hija.

Pero este verano, volveré a cantar y a bailar la canción del verano, aunque sea delante de un espejo con la pequeñaja al lado o cantándola 341 veces durante los viajes largos en coche. 

Este 2015 he redescubierto la canción del verano.

lunes, 3 de agosto de 2015

Bragas estilo Bridgett Jones



Qué divertido es un encuentro de amigas para hacer cualquier cosa, pero si además es para mirar un catálogo de lencería francesa sexy en una tarde de verano asfixiante de calor, es todavía más divertido.

Quedamos en mi territorio. Era para hacer un favor a una conocida y monté yo el tinglado. Lo sé, no sé decir que no. Intenté que todo estuviera en su sitio, saqué coca-cola zero y zumos, y algunas patatas y olivas para que fuera todo más ameno. Pero al llegar la vendedora, se cubrió la mesa de conjuntos de bragas y sujetadores de lo más sexy, de todas las tallas y copas, y lo demás ya no importó.

Confieso que yo no sé ni que talla uso, pero la mayoría de ellas lo tenían claro: 90 copa B, 85 copa A. Lo mismo pero con push up, pero tampoco demasiado... Ahora me pruebo el verde esmeralda, y yo un básico. Y otra las braguitas con puntilla, aunque de precio son caras.

Todo un desmadre, en mira que fue complicado estar atenta a la compra, pero lo importante fueron las risas. Y lo mejor, ¡cuando salieron las fajas! Había una estilo Bridgett Jones, que me hizo pensar en que, si no me hubiera pasado el año matándome haciendo spinning y zumba durante la semana, y pádel los domingos, sería la mía. Así que aunque mi talla no es la de una modelo, he visto que todo esfuerzo tiene una recompensa.

Cuando se acabó todo, todavía sonreía.

Las bragas Bridgett Jones ya no forman parte de mi vida.